Un día desperté loco en este mundo lleno de cordura. Y me sentí muy solo… Así que empecé a fingir que era cuerdo para que el mundo me arropara. Y Salí a sus calles, a jugar el juego de la cordura con su algarabía enajenante. El mundo, se forma con esa gente que entra y sale por mis ojos pero nunca se queda en mis adentros. Si acaso algunas veces, la memoria les hace una indiferente reverencia.
Desde ese día, despierto con una extraña prisa. La prisa de salir a la calle y asemejarme a un cuerdo que finge ser alguien. Me subo a los zapatos, me meto a la camisa y vocifero maldiciones alarmado frente al noticiero matutino. Camino sobre las aceras grises ignorando la caricia del viento sobre mi cabello., Embarro los ojos en los aparadores luminosos y sufro la frustración de mi deseo inalcanzable.
Invierto tiempo en ajustar la vida de los demás. De lo bueno y lo malo que hacen y escribo las normas de lo que deberían hacer y no están haciendo. Justifico puntualmente cada desajuste en mi conducta por que yo. “Siempre tengo una razón para ser como soy”
He fincado un peldaño con la mendigues de mis fuerzas, con la avaricia de mi esfuerzo inacabable. Aunque para esto haya tenido que recortar el presupuesto de convivencia con aquellos extraños que viven en mi casa.
Tengo una oficina que ostenta un titulo enmarcado en mi vanidad, sostenido en la apariencia invulnerable con la que me visto antes de salir de casa.
Pongo afanosamente una moneda en la mano del mendigo y me apuro en hacerlo notar a la gente para que sigan mi ejemplo. He aprendido a juzgar con severidad pero con justicia. Algunas veces miento. Pero es por piedad… ¡por no herir innecesariamente la fragilidad de nadie!
Escucho el sermón dominical y pago mi diezmo, así es como me sacudo de los pecados insistentes que me persiguen durante la semana. ¡Soy débil porque soy humano!. Es natural que a veces, no tenga las fuerzas suficientes para decir que no. Pero, ¿Quién no sucumbe ante un pecadillo?
Predico mi felicidad en la voz de mis logros materiales, tengo, tengo, tengo… tu no tienes nada. En resumen. ¡Soy un ser humano ejemplar! Aunque dentro de mi, hay un apéndice que late pidiendo piedad, por el esfuerzos constante al que lo someto con tal de obtener mis objetivos.
El único problema es que ahora estoy más asustado que el día que empecé a fingir. La razón es que cada que me veo al espejo, Mi corazón se asoma y me escupe en la cara el lodo sucio de la indiferencia, por la boca se pasea el aliento soez de mi alcoholismo, en mis manos se empastan las caricias que raspan el alma de quien las recibe. Mi felicidad se prostituye en los andenes de la concupiscencia, y el núcleo al que llamo familia, condiciona el equilibrio de la convivencia fingida, a través de argucias perversas.
Tengo muchas mascaras de cuerdo, puedo ser lo que quiera, a veces, soy bueno y distinguido aunque mi corazón hieda a mentira, a veces soy malo e invencible aunque mi alma tiemble de miedo…. ¿dije miedo? Si… tengo miedo por que a veces creo que si no hago algo al respecto. Terminaré tan cuerdo como el mismo mundo, si es que insisto en seguir con esta farsa absurda… la farsa de aparentar ser quien no soy…
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