Violeta caminó sin rumbo fijo hasta que su cajetilla de veinte cigarros fue consumida junto con sus pensamientos relacionados con Fucsia, sin notarlo siquiera, se dio cuenta que estaba muy cerca del barrio donde vivía Rojo, caminó hasta la casa de su amigo, temió que ya estuviera durmiendo, eran casi las doce de la noche, pero tras golpear dos veces la puerta, Rojo salió vestido e intentando digerir un gran trozo de pizza que había engullido previamente a abrir la puerta. Como no podía hablar, ni tocar a la muchacha con sus manos manchadas en salsa, simplemente hizo una reverencia elegante que invitaba a entrar a la muchacha y que lucía totalmente fuera de contexto.
-Acogedor como siempre -dijo Violeta recogiendo los platos y vasos sucios que encontraba a su paso para llevarlos al fregadero.
-Ya me conoces, no soy el gay más ordenado del planeta, ni lo seré jamás- le respondió rojo mientras cortaba un trozo de pizza para llevárselo a Violeta. La muchacha le hizo una seña para que dejara la comida sobre la mesa mientras lavaba los platos, se quedó un largo rato en silencio y Rojo contemplaba a la chica sin saber que decirle, parecía una mujer completamente diferente a la que siempre conoció, segura de sí misma, siempre un paso adelante a todos, lucía disminuida y frágil. El muchacho no lo notó al instante porque el sonido del agua lo ocultaba muy bien, pero Violeta estaba llorando. Se paró tan rápido para ir a consolar a su amiga que el plato recién servido voló por los aires y se hico trizas al caer, los muchachos se abrazaron fuertemente y permanecieron así varios minutos.
Un molesto ruido despertó a Rojo, no estaba en su cama, se había quedado dormido en el sofá, le costó recordar que había ocurrido la noche anterior, Violeta yacía dormida a su lado, parecía una escena perfectamente romántica y más heterosexual de lo que ellos serían jamás. Rojo sonrió pensando en qué dirían sus amigos si les contaba que había dormido junto a una chica a su lado y no cualquier chica, sino que la codiciada Reina Negra. De pronto, comenzó a sonar la cerradora de la puerta y recién Rojo recordó que había despertado por el ruido del citófono. Ninguno de sus amigos jamás tocaba el citofóno y menos tenían llaves, justo cuando el chico sacaba sus conclusiones, vio la puerta abrirse y ver a sus padres ingresar a la casa. La situación no podía ser más incómoda para Rojo, jamás había hablado con sus padres de su sexualidad, jamás les había presentado una novia o novio…nunca quiso darles indicio alguno de su vida personal y ahora lo encontraban acostado con una chica.
-Espero que sepas su nombre- Dijo viperinamente la madre de Rojo, celosa como todas las madres.
-bien gracias, que bueno verlos después de tanto tiempo- ironizó el muchacho.
Violeta despertó y se llevó una gran sorpresa al ver a los inconfundibles padres de Rojo ante ella con miradas críticas.
-Buenos días, mi nombre es Violeta, amiga de su hijo - dijo la muchacha levantándose y arreglándose su vestimenta.
El padre de Rojo alzo y bajó sus cejas rápidamente para insinuar que la muchacha mentía y que entre ambos había una relación, Rojo se molestó mucho pero se limitó a decir “papá” en un tono de fingida calma.
-jajaja, en serio, soy la mejor amiga de su hijo, es una maravilla de hombre, muy guapo y con un talento innegable para el dibujo y la pintura, ciertamente si no fuera lesbiana, nos hubiesen encontrado a ambos desnudos - espetó la joven con total naturalidad y sin inmutarse por la cara de espanto, agregó- Ahora los dejo para que compartan en familia, ha sido un gusto conocerlos- se acercó a Rojo, le dio un sonoro beso en la mejilla y se marchó guiñándole el ojo a la madre de su amigo, quien dio un chistoso chillido.
Tras cerrarse la puerta, la madre de Rojo inmediatamente se alistó para analizar completamente a la muchacha, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, Rojo reaccionó.
-¡Piensa muy bien lo que vas a decir madre, no puedes llegar a casa, después de semanas sin vernos y criticar a mis amistades, que son LA familia que tengo en esta ciudad, así que antes de juzgarla, pregúntate qué clase de hijo tienes tú, hagámonos un favor y sigamos nuestras vidas sin referirnos a esta clase de temas, no preguntes ni digas nada, me iré a duchar y luego iremos a la universidad, permiso!- y se marchó dejando a ambos padres mirándose entre sí con la sensación de haber entendido entre líneas algo que era mejor no creer.
Después de aquello, todo el día fue muy tenso, la visita a la universidad fue insípida, Rojo y sus padres contemplaron la exposición de los estudiantes de la carrera sin compartir ninguna opinión y luego almorzaron en uno de sus restoranes favoritos de la ciudad, al cual solían ir cuando no estaban de humor para visitar Mc Donalds, como Rojo y su hermana menor, Lila, preferían. Comieron pausadamente y casi sin mirarse, a eso de las dos de la tarde, ya se estaban marchando para volver a casa. Rojo entonces se cambió de ropa y fue a reunirse con Bermellón, como habían acordado. Rojo realmente deseaba iniciar algo serio con el muchacho más parecido a él que había encontrado y deseaba planteárselo a él para saber su opinión. Lo encontró en el campus, muy cerca del lugar donde se vieron por primera vez, se dieron un abrazo muy apretado y se sentaron en el pasto del pequeño parque que los rodeaba, se dirigieron una sonrisa nerviosa, bermellón dijo “¿pasa algo?” y entonces Rojo inhaló hondo.
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