Hay prácticas que rara vez se modifican. Y esto viene, obviamente, en referencia a ciertas cosas que aún suceden en la Argentina, y que bien pueden hacerse extensivas a diversas partes del mundo. De todos estos desmanes nunca superados, la censura y el acotamiento de la libertad de prensa se muestra hoy como uno de los casos más emblemáticos a visualizar. Así, el clientelismo, la coerción física e intelectual, la manipulación política o la creación, a través de las ventajas que los dispositivos tecnológicos brindan, de cosmovisiones alejadas de toda realidad concreta, son ejemplos de una serie de medidas autoritarias que se extienden y perduran siniestramente a través de los tiempos.
Recientemente, en la Argentina se hizo público el caso de un periodista de importante trayectoria que tuvo que solicitarle al Presidente de la Nación la debida autorización para poder comenzar así con la temporada 2004 del ciclo televisivo que habitualmente este profesional conduce. El periodista en cuestión, Jorge Lanata, carga sobre sus hombros con una carrera signada por la reticencia a confiar en los dirigentes políticos de turno, la denuncia constante de toda trampa gubernamental, y la condena absoluta a todo caso de corrupción detectado.
Pero la problemática que este ejemplo tiende a explicitar, permite comprobar la forma en la que operan algunos gobernantes en este país, para lograr así neutralizar los puntos contrahegemónicos más evidentes. Si algo ha caracterizado a Néstor Kirchner durante este corto período de gobierno, además de su papel en la recuperación económica argentina, ha sido la actitud con la que ha abordado todo lo referido al manejo y control de los medios de información locales. Esto a través de medidas cuidadosamente instrumentadas, como en el caso de las alianzas que el Estado forjó con los sectores más poderosos de la industria periodística, para lograr que el discurso circulante no sea otro que el dictaminado por la Secretaría de Prensa del gobierno.
Así, los notables avances alcanzados hoy en el campo de lo económico o la inversión en educación y desarrollo de nuevas tecnologías, se ven realzados y celebrados por los medios más poderosos hasta alcanzar dimensiones que rozan lo fantástico, mientras que los errores (por más pequeños que sean) son omitidos o reducidos a un comentario que oscila entre la desinformación o la ausencia de contenido. Si bien es cierto que tanto los índices oficiales y no oficiales coinciden en postular el crecimiento argentino, resulta verdaderamente irreal que uno, al encender la radio o el televisor, sólo termine encontrándose con una maratón ilimitada de buenas noticias; como si, aparte de los éxitos conseguidos, no sucediera nada más relevante que retratar.
Todo esto para recaer nuevamente en el caso Lanata, en tanto ejemplo de cómo resultan omitidos aquellos indicadores que a veces no dan cuenta de victorias tan contundentes como las que se quieren hacer suponer. Para esta situación en particular, el gobierno eligió imponer una presión indirecta sobre el discurso opositor. La metodología implementada, vale decirlo, fue muy sencilla: casi silenciosamente, la administración Kirchner realizó fuertes inversiones publicitarias en el mismo canal donde Lanata conduce su envío. Así, fue muy común comenzar a ver en dicho medio un sinnúmero de avisos comerciales que hacían alusión al accionar correcto del Estado y su interés en lograr una mejoría rotunda en la calidad de vida de los argentinos.
Considerado como una de las figuras de este canal de televisión, Jorge Lanata siempre se ha destacado por su tendencia a la investigación y el esclarecimiento de casos de corrupción política. Así, y de acuerdo a su labor, rara vez ha dudado en hacer públicos los abusos cometidos por personajes claramente olvidables como Raúl Alfonsín, Carlos Menem o Fernando De la Rúa. Y tales antecedentes hacen prever que la figura de Néstor Kirchner no se transformará en una excepción para su acostumbrado desempeño construido sobre la denuncia y el debate polémico. Pero, a raíz de lo sucedido, puede darse por descontado que el Presidente argentino a previsto este choque con suma anticipación.
Infiltrado el Estado en el medio de comunicación para el cual trabaja el periodista, la idea del mismo era que el tono de Lanata respetara al ahora importante aporte económico que el gobierno invierte en el canal de televisión. De ser así, bastaría una denuncia apenas comprometida para que la estructura del medio tiemble hasta sus cimientos de acuerdo a lo que sería el retiro de aquellos aportes monetarios que hoy el gobierno realiza, y que le permiten al canal competir y mantenerse en el mercado. Coherente con su pensamiento, el periodista en cuestión ha decidido cancelar su programa, y alejarse de dicho medio por un tiempo. Esto, como era de esperarse, fue visto con agrado por una dirigencia cuya aspiración es la de postular un discurso único como fuente de toda verdad posible. Por lo tanto, casi sin necesidad de ensuciar sus manos, el Estado ha conseguido el objetivo buscado: censura. Gris y disimulada censura.
Basta este caso para graficar la escasa seriedad de quienes, sobre un planteo demagogo y que por momentos roza lo futbolístico, intentan reencausar los destinos de una nación cuyo único fin en lo inmediato es consolidar su crecimiento. Y esto es una muestra, entre muchas otras, de una temporalidad donde lo único que tiende a ser real es aquello que puede verse por televisión. El resto apenas puede imaginarse. Esto explica también todo lo que sucede en otros sitios; el porqué del desconocimiento sobre cuestiones como las que hoy aquejan a Irak, el sometimiento a grandes cadenas como la CNN o el peso que ejercen las Agencias de Noticias sobre aquellos medios que subsisten merced a los cables informativos que éstas les envían.
Todo puede reducirse a términos de fácil pronunciación: Control, Poder, Perpetuidad. De seguro, cada país en el mundo contará, en su vida diaria, con algún caso como el expuesto hoy en esta columna. Y esto para dejar en claro que hay distintas prácticas condenables que la democracia, la poliarquía, y el supuesto avance en materia de libertades individuales, aún se encuentran muy lejos de neutralizar y extinguir.
Patricio Eleisegui
El_Galo
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