LA MADRE PALESTINA
Incomprensibles brazos vacìos, ojos secos, rictus de amargura. La cuna deshecha no logra sacarte de tu estupor. Ayer eras madre, ayer reìas a carcajadas. Las travesuras de tu hijo confortaban tu alma y te reconciliaban con la vida.
Te sientas en el dintel de una puerta inexistente a pensar en el otro hijo, el que llevas en el vientre, buscas en el fondo de tu corazòn algùna palabra de esperanza para transmitirla a la nueva criatura que està por nacer.
Le diràs que los hombres son buenos… que la maldad es cosa del pasado… que crecerà en un mundo de paz… que podrà ir a la escuela sin peligro. Que jamàs conocerà la guerra, el hambre, ni la desesperación. Que no importan el color de la piel ni las creencias, porque vivimos en un mundo de amor y solidaridad, donde el respeto a los demàs, y especialmente a los niños, es sagrado.
Le recitaràs poemas viejos, de esos que hablan de otros tiempos ya lejanos cuando la gente se peleaba a muerte por asuntos que no tenìan jutificaciòn racional. Le contaràs cuanto costò que las personas crecieran y entendieran que por encima de cualquier consideración o expectativa, ambición, o deseo personal, LA VIDA tiene lugar primordial.
Te regocijaràs mirando a travès de sus ojos àvidos y expectantes, libres de odio, el hermoso mundo que ayudaste a construìr para èl. Cumpliràs en tu hijo el propòsito colectivo de no permitir que los niños hereden rencores añejos, ni deseos de venganza.
Lo llevaràs al parque, y te sentaràs a la sombra de los frondosos àrboles donde juegan tambièn los otros niños; aquèllos tan parecidos... que vivìan al otro lado de las antiguas vallas y los muros, que ya son solo un mal recuerdo.
Lo abrazaràs fuertemente y podràs sonreìr por fin, mirando firme hacia el futuro...su futuro...
armida martìn
http://cuentosyotrosfantasmas.blogspot.com
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