Se tiro por la alcantarilla que se ubicaba entre dos senos. Navego por lagos de sangre hasta toparse con un pie.
-Que frió que hace acá – dijo titubeando. Pero nadie le contesto
Aclaro su garganta y lo repitió, esta vez más alto.
- ¡Bien, bien! – Dijo una voz – Ahora apago el aire acondicionado.
La voz se apagó de repente como el frío y nuestro pequeño amigo se tiro a dormir en el corazón que había arrancado para usar de bote.
La noche despejo millones de murciélagos que dormitaban por la selva inferior. La voz se bañaba en alguna lluvia que regaba órganos, crecían millones de duendes tristes y la voz reía.
- ¡Despierte! ¡Tome su muñeca y váyase! ¡No la quiero más! ¡Me mira todas las noches y me atormenta! Y por favor deje de roncar. Asusta a los murciélagos – grito la voz desesperada.
Nuestro diminuto amigo tomo su muñeca de cristal, la desvistió y lloró.