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ANCIANO DE SAL

La mañana se desbordaba sobre el mar.
Sentado sobre un tronco de playa un hombre moreno escarbaba la arena. Sus dedos de arpón se hundían formando pequeños pozos de agua y espuma.
Por ratos su vista volaba, ahogándose cansada en la línea distante del horizonte.
¡Hola Juan! – se oyó a lo lejos – y una ola reventó a sus pies.
Sin prisa el hombre buscó quien le hablaba.
Sólo gaviotas blancas nadaban en el aire.
¡Mírame! –susurró la voz.
El pescador clavó su vista en las ondas que corrían. Una brisa extraña comenzó a barrer la espuma.
Ante sus ojos un anciano de viento se fue formando.
Vestía una túnica larga color coral. Sandalias verdes de algas y un báculo dorado cubierto de caracoles.
Juan lo miró desafiante. Así era él. Rudo y huraño. Con la creencia de que no necesitaba ayuda de nadie, más sólo de sus redes y sus fuerzas.
-¿Qué quieres viejo?
-Ser tu amigo-dijo el anciano.
-Vete no te necesito.
-Eres bueno Juan, pero no compartes tus dones con los demás.
-Lárgate y déjame solo.
-¿Sabes quién soy?
-El mendigo de la playa supongo –se carcajeó Juan.
-Soy el mar... y vengo a aconsejarte. Eres un buen hombre, trabajador y dedicado. Tus sueños los has ido forjando en base a la riqueza de mis aguas, pero últimamente te estás excediendo en tus pescas, lo haces sin medida, sin límites, sin importarte la destrucción que causas. ¡Eso no está bien!
Ahuyentas la vida, los peces abandonan tus aguas, buscan otros rumbos... y el trabajo, tú sustento diario, se vuelve cada día más difícil de obtener.
De todo ello, tu hijo aprende, no lo eduques de la forma equivocada.
¡Escucha Juan! Esta noche y todo el día de mañana mis aguas no estarán aptas para la pesca.
Evita que tu hijo se bañe en ellas, y tú principalmente, respétame ... te lo advierto no trabajes ese día.
Juan levantó la vista para reírse en la cara del viejo, pero este ya había desaparecido.
--Maldito vejete –gruñó- y se fue enojado para su rancho.
El día transcurrió en forma normal. Ya en la tarde, los botes con sus cargas parecían traer consigo las estrellas.
Una luna de sal dibujaba en el agua un angosto camino de luz.
Juan salió de su rancho y observó con nostalgia el firmamento.
Pensó en su hijo...
En la pesca...
En su vida...
Desde el camino de luz un viejo lo miraba.
Apenas huyeron las sombras, un bote de madera mecía sus redes.
En la playa un niño corría deseoso de fundirse con el inmenso mar.
El bote de Juan se llenó de horas. Regresó con la tarde, sin carga, cansado y con un sabor salobre royéndole el paladar.
Al entrar a su choza encontró a su hijo hirviendo en calentura, pequeñas llagas rojizas cubrían su piel.
De inmediato pensó en el viejo y un escalofrío de muerte le bañó la sien.
¡Corrió hacia el curandero!, arrastrando un miedo diferente por la playa y el poblado.
-Juan ¿qué pasó? – preguntó el anciano.
-El viejo... el mar... el agua... me lo advirtió...
Y entre sollozos y llantos le contó todo lo sucedido en el día anterior.
-Mmmm muy delicado Juan.
-Pero... lo puedes curar.
-Sabes Juan, cuando yo tenía 10 años fui con mi padre a la casa de un hombre que tenía su hijo se enfermó. No te miento Juan, era el mismo caso, la misma fiebre, las mismas llagas, la misma historia...
Lo recuerdo como si fuera ayer porque fue algo que nunca pude olvidar.
Por cinco días se luchó contra aquel mal aplicando remedios tras remedios, machacando hierbas, brebajes, ungüentos... ¡Nada funcionaba!
El niño moría en los brazos de su padre. La impotencia abrazó a mi viejo que salió de la cabaña y sin fuerzas y esperanzas se desplomó en la húmeda arena.
Yo lo seguía en silencio y con la noche en mis espaldas me senté a su lado.
Mi padre oraba, su voz era débil, casi un susurro.
Yo también lo hice sin saber que decir.
Y fue entonces que apareció aquel anciano, el mismo que el pescador nos había descrito.
Nos habló de un pez, uno muy común en estas agua, dijo que con su esencia el niño sanaría, y que el padre debía pedir perdón sin demora por la ofensa cometida.
Luego no dijo más, y se deshizo en la espuma del mar.
Locos de emoción y alegría corrimos hacia el rancho. Contamos al pescador lo que había pasado y este tapándose el rostro empezó a llorar... Era un hombre duro, recio, severo... pero aquella noche sólo era un padre temiendo por la vida de su hijo.
- Y el pez ¿Lo consiguió?
- ¡Claro que lo hizo! Su hijo es Julio el tejedor de canastos que vive en el extremo sur de la playa.
- Con la Cholesca Juan, con ese pez Remigio sanará.
- Casi ya no hay en estas costas.
- ¿Será que los han acabado?
- No lo creo –respondió Juan con miedo en los labios.
- ¡Suerte Juan! – dijo el curandero - y que tu muchacho mejore.
- Te lo agradezco amigo...

Montado en la madrugada Juan se perdía en el horizonte. Sus redes bajaban y subían sin huella de aquel pez.
Los días pasaron, uno tras otro, lentos, vacíos... La quinta noche Juan cerró los ojos y abrazó con fuerza el cuerpo de su hijo que se le escurría entre sus brazos y dejándolo postrado en el camastro, salió de la choza a derrumbarse en la arena .
-Juan ¿Qué haces? –preguntó una voz.
-Ayúdame mar... te lo suplico mi hijo se me muere.
-¿Y el pez? ¿Dónde está?
-Huyeron. Acabé con todos –dijo entre sollozos.
El viejo sonrió y acariciando la cabeza del pescador le dijo:
A punto de dolor has aprendido una gran lección.
En la arena una cholesca dorada se revolvía entre flores de espuma, mientras
del lado sur de la playa, las olas estallaban con furia llevando en el viento un sonido casi casi semejante a una risa...





Texto agregado el 18-01-2009, y leído por 178 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
04-07-2010 Bonito cuento lleno de fantasia me recuerda la historia de Ernest Hemingway titulada el viejo y el mar en gustos se rompen generos a veces es necesario olvidar un poco la realidad .un saludo rocxy
13-04-2009 Es todo demasiado raro. Quizas deberias cambiar de lectura para agregarle algo interesante a tus escritos. De verdad, no se que estaras leyendo, pero no te favorece. Saludos y muchisima suerte. veo quela necesitas abaddon
18-03-2009 Descriptivo, Costumbrista? Saludos. Silvia. rdejunio
30-01-2009 Es un buen cuento. Entretenido, mágico, como una leyenda. Me agrada el mensaje, es ecologista. Saludos. Azel
 
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