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SOLLOZO DE NAVIDAD
Había viento...
Había noche...
Había muerte y mucho silencio...
- Abre la puerta hijo.
- ¿La puerta?
- Sí, Julito, que acaban de tocarla.

El niño obedeció con un miedo gélido bañándole los dedos.
- No hay nadie mamá.
- Esta bien Julio, ya un señor está a mi lado. Ve a jugar un rato mientras converso con él.
- Pero dónde mamá. Yo no veo a nadie.
- Ahí Julito, ahíííí
- ¿Dónde? – sollozó el niño.

La mujer no contestó; su mirada y voz habían huido al infinito.

Afuera de aquel rancho 2 sombras conversaban.
- ¡Cada vez lo haces mejor!
- Gracias, lo aprendí de ti.
La muerte sonrió orgullosa mientras golpeaba con su hoz la raíz de un árbol seco.
- Es en serio – murmuró la muerte – tú te llevas las almas sólo en la noche de Navidad, en cambio yo lo hago durante todo el resto del año.
- ¿Qué diferencia hay? – dijo la otra.
- La fecha hermano. La fecha de paz y alegría que debería imperar. Tú le cambias su rumbo. Tú les dejas dolor y tristezas.
- ¿Y tú hermana? ¿A caso no lo haces?
- Sí, pero no en Navidad. ¡No podría! ¡No otra vez!
- Pero... ¿tú lo has hecho?

La muerte miró a su amigo y dejando su hoz en tierra le dijo:
Hace mucho tiempo yo recorría sola los rincones del mundo llevando almas de vuelta a la presencia del Creador. Pero una noche fue diferente; el aire olía a pinos y estrellas... ¡La pequeña Tierra celebraba su primera Navidad!
Yo entré sin prisa en aquella estancia, y con la punta de mi hoz le arranqué el alma a una mujer que agonizaba.
A su lado un pequeño rezaba, y al notar de pronto el cuerpo inerte de su madre, susurró entre llantos: “Feliz Navidad madre y que en el cielo eterno descanses en paz”
Quedó llorando ahí abrazado al cuerpo sin vida, por horas y horas hasta que el sueño lo venció.
Dentro de mí algo ocurría, la Navidad con lágrimas de un niño me afectaba.
¡Esto es grave! – pensé - y levantando la hoz sobre mis hombros le sisé la vida en silencio mientras dormía.
- ¿Qué has hecho muerte? – me reprendió una voz – esa criatura no tenía aún porque morir.
- Lo sé, pero, pero...
- Guarda tu hoz, por esta noche es suficiente.

Desde ese tiempo tú me acompañas, llevándote las almas en la noche de Navidad.
- Entonces ese niño era...
- Sí – dijo la muerte destilando agradecimiento por sus cuencas.


Texto agregado el 18-01-2009, y leído por 117 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
31-10-2009 exelente tizas y colores jaja ja marimanda
30-01-2009 Buena historia, me gustó. La llevas muy bien y el final no pudo ser mejor. Saludos. Azel
 
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