La muerte de una Juana
Juan - al acecho - envía sus zarpazos. Juana –enmudecida- percibe el peligro. Juan quiere matarla sin que se note. Juana se inventa escudos resilientes.
Juan piensa : dos disparos y listo. Juan no se anima a tomar un revolver. Juan masculla : un golpe fuerte y húmedo podría hacer efecto. Juan mucho menos se anima con un cuchilllo. Juan está seguro de que sabe cómo hacerlo.
Juana detecta impávida el riesgo. Juana sabe que nadie como él para manipular el filo lacerante de la lengua cotidiana.
Juan no escatima sutilezas en cada subterfugio, porque lo importante es , no solo que no se note, también que no se adivine ni el quien y mucho menos el porqué. Juan desea asumirse en un inquebrantable ejecutor. Juan se siente invisible. Juan sabe que es su mejor y probada estrategia.
Juan sigue adelante. Juan sonríe. Juan mira para otro lado. Juan mantiene su sonrisa. Juan es imperceptible.
Juana tiene un fuerte dolor en el brazo el izquierdo. Juana piensa si será el bendito codo de tenista que nunca jugó al tenis, pero ese dolor se monta por un hombro provocando el desborde de una laxitud en la que se abandona. Juana se dice entre estornudos, desmanes mocosos y cansancios imprecisos, que sé yo que será. Juana permanece corrugada en la cama sospechando. Juana deja pasar un sábado gris y lluvioso, pero el día deviene travestido por un tardío sol de invierno.
Juana siente que Juan proyecta un film sobre su piel para que sea ella la protagonista. Juan será el genio creador, perdurable a través de su obra, por la que además se hará acreedor de un merecido premio.
Las imágenes que el espectador verá en la pantalla tendrán su impronta de verosimilitud, puesto todos estamos advertidos de que la trastienda de tan peculiar realización al público no le interesa.
Juana asentía, el infarto lo tuvo Juan y no va a permitir que le usurpe la posibilidad de dar crédito a su corazón grande, grande de generoso como le escuchó decir. Juana está segura : tiene prohibido ese espacio.
Juana sabe que hay protagonismos que no son para ella, sobre todo si Juan anda dando vueltas a su alrededor. Juana debe seguir las pautas del guión, tal y como a Juan se le ocurra urdirlo.
Ya pasará se dice Juana, pero no se tranquiliza. Reconoce que a ella también le conviene ser invisible, y no le importa porqué. A Juana si le preocupa el para qué, aunque se desploma ante el puede ser.
Los actos y las palabras entramados por Juan devienen tan criminalmente encubiertos, que ella piensa, podría desaparecer en silencio y nadie se enteraría por qué camino llegué del otro lado. El criminalmente no apareció de manera fortuita, Juana lo desgajó de los indicios que Juan lleva adheridos en esa cobertura que cuida tan mansamente.
Juan actúa a través de figuras y palabras disfrazadas en registros de diferente calibre. No es que ella no las entienda como dice Juan. A Juana esas imágenes la perturban, la confunden, la desestabilizan.
Juan observa y se dice: voy por buen camino.
La puesta en escena es perfecta.
Juan ordena : Acción.
Juana abandona su desasosiego enredado sobre el felpudo , para permitirse disfrutar de una escena que arrastre los porqué que nunca tendrán respuesta, los quizás que intentó construir , los intentos que demolieron ilusiones, los tal vez de evidencias desafiantes... Todos escapan camino del cementerio.
La cámara impune la persigue, mientras Juana -envuelta en una manta de algodón- lee mientras dice :
- Quedáte con los porqués.
-Quedáte con los quizás.
- Quedáte con los tal vez.
- Con cada uno de mis intentos... quedátelos.
- A mí no me llevás.
El golpe certero trasciende el cuadro. Se detiene en la imagen fija de un registro imposible pero verosímil.
Juana desprovista de marcos impíos, rasgada en cicatrices precisas y con la frescura de una nueva desnudez , ingresó con coraje en el morado jardín de las truhanas. Tranquila, segura y directa encaminó sus pasos hacia la puerta en un recorrido minucioso. Los primeros planos seducen a una lente que se mantiene ajena a las intenciones de la protagonista.
Ningún Trujamán percibió el aroma fresco de una posible alborada.
Un tronar imprevisto marcó el fin del negro cuadro en el que Juan gritó el último corten de su larga carrera de director cinematográfico.
Juana se fue sin decir una sola palabra. La palabra era lo único propio que le quedaba .
Silvia Haydeé García López
Noviembre 2008
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