| Grabé tu nombre en un árbol y el tiempo lo respetó;
 grabé mi nombre en tu pecho
 y el tiempo se lo llevó.
 
 Grabé tu nombre en un árbol
 y permaneció en el tiempo;
 en tu corazón de mármol
 no logré grabar mi sueño.
 Perdóname, tú has sufrido,
 yo no supe consolarte,
 ahora sé que me has querido,
 y yo no he podido amarte.
 
 Perdóname, no sabía
 la intensidad del dolor,
 jugaba, no comprendía
 cómo era sufrir de amor.
 Arranqué las espinas del camino
 para que tu pie no hirieran,
 con tus manos cogiste todas juntas
 y las clavaste en mis venas.
 Un rasgueo de guitarra
 me recordó mi dolor,
 ese rasgueo que rasga
 y destroza el corazón.
 De tu amor sólo queda tu fetiche
 colgado del marchito corazón,
 se balancea al son, mientras camino
 por el último, oscuro, callejón.
 Antes de que cese la tormenta
 y el sol seque el lodo del dolor,
 
 antes de aventar nuestra cosecha
 y saciar el hambre del amor,
 
 antes de alumbrar la noche lenta
 y apagar el ansia de vivir,
 
 antes de que sola el alma muera,
 ven a mí.
 ¡Cómo late el recuerdo!.
 ¡Qué pesada es su carga!.
 Aún vuelve día a día.
 Aún grita en la distancia.
 Crece y crece su sombra,
 en la noche se agranda.
 El recuerdo cautivo
 me hiere, me desgarra.
 
 Ya no encuentro caminos.
 Ya no encuentro posadas.
 Hora a hora se aleja
 la alegría, la calma.
 ¡Cómo late el recuerdo!.
 ¡Qué pesada es su carga!.
 Llegado el anochecer
 navegaba en tus abrazos,
 me enredaba entre tus lazos,
 me dejaba apetecer.
 Pero un triste amanecer
 te alejaste de mi lado
 y batió mi acantilado
 el mar del atardecer.
 Noche, lamento,
 escalofrío y llanto,
 un desencanto
 nace en mi sentimiento.
 
 Noche, lamento,
 desilusión, quebranto,
 muere mi canto
 ahogado en desaliento.
 
 Por la mañana
 el sol seca el rocío
 de mi ventana.
 
 Una campana
 anuncia en mi vacío
 noche temprana.
 Una noche quise huir
 de la celda del cerebro.
 Sin raíces, pluma y ala,
 crucé las rejas del miedo.
 
 Exprimí rojos racimos,
 me embriagó el néctar espeso,
 ciega en sombras, tras la bruma
 busqué la flor del almendro.
 
 Volví herida por las jaras
 del monte del sufrimiento.
 Los barrotes de mi celda
 eran más grandes y gruesos.
 
 ¿Dónde encontraré las llaves
 que cierren mis sentimientos?
 
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