la luz se marcha y la noche, sobrecogedora lleva,
a esta, mi tierra desierta, de albores y de ocasos,
al mismo estático estado en el que siempre se encuentra.
La lluvia llega y el golpeteo en el cristal de mi ventana, me hace desear la mañana, esa, que a mi nunca llega.
Desearia tantas cosas y he soñado tantos sueños,
he luchado tantas guerras, he temido tantos miedos.
He querido tantos males y abrigado tantas penas,
he buscado otros albores, y amores, y tragedias.
Y el agua va serpeando por el vidrio, ya azulado, me recuerda mi fracaso, mi existencia, mi pasado,
nada vale, nada importa, que mis sueños son fragmentos,
de supuestos despertares y reales sufrimientos.
Que este mundo son mentiras y estas calles un invierno, y este frio que me embarga, me devora, es el silencio;
y esta distancia se extiende, y se detiene, este tiempo.
A la muerte yo no temo, ni a lo que traiga con ella, pero le temo a la vida, que hoy ahonda mi miseria. Si tanto gozo merezco y tanta grandeza me es dada, si tanta alegria me espera, prometida, idealizada...
Ya no creo en las promesas ni optimismos de los hombres, solo deseo una tumba, bien marcada con mi nombre, y un camino bien directo, sea largo, sea corto que pueda andar en silencio, siempre solo... siempre solo.
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