(III-De la visita a la pinacoteca de mi ciudad).En la sala de Velázquez.

¡Ohhhhhhhh!, Las Meninas. La Teología de las pinturas estaba frente a mí. Este lienzo se titula: La Familia de Felipe IV, año 1656.Adoptó el nombre de Las Meninas en el siglo XIX.(Eran las muchachas que acompañaban a los niños de la familia real.)
La sala es espaciosa, las dimensiones del cuadro lo requieren. Aquí, si hay varios bancos repartidos por los rincones y uno más grande a dos metros enfrente mismo del lienzo. Varias personas, con la mirada perdida en la magnífica obra de arte, reflejan la satisfacción en sus caras.
Hay mucho que ver, cada detalle nos dice algo; un simple trazo puede significar que el pintor hubiera querido transmitirnos cualquier cosa a través de él, pero eso lo dejaremos para los expertos en arte.

La tranquilidad del hermoso perro que hay en primer plano, como si estuviera preparado para salir en la "foto", sigue siendo mi punto más débil a la hora de posar los ojos directamente.
Me pregunto ¿cómo podían sentirse cómodas, en este caso esas niñas, con semejantes vestidos?.Miro una y otra vez y les diría que se sentaran, que jugaran, que corrieran,...Ellas me dicen que ya lo hacen, y porque les hago tantas preguntas.¿Sería mucho atrevimiento que sus padres me aclararan si creen que sus hijas están cómodas vestidas así?.No me conformo con dudarlo y me acerco a ellos. Velázquez me detiene con su mano izquierda, donde sostiene la tablilla con las pinturas, cuando paso junto a él y hace que me siente en el suelo y contemple tan bello momento familiar.
El can se ha levantado de su lugar y Velázquez frunce el ceño molesto, me doy cuenta y me suben los colores a la cara.
Apenas sin darme cuenta, la niña de pelo rubio como el oro que lo lleva suelto sobre los hombros, se acerca y me da un beso en la mejilla. Los colores de mi tez no se van, estoy perplejo. Ahora hay dos cosas en movimiento y el maestro Velázquez seguramente volverá a llamarme la atención. Los reyes, que nada más vienen a visitar como cada día lo hacen, el seguimiento del cuadro, miran a su hija y sonríen. Todos sonríen, los enanos...Hasta yo acabo sonriendo. El pintor guarda su compostura y sigue con la faena.

-¡Señor!...es la hora de cerrar, por favor abandone el museo. Una voz de señorita me hace volver a la realidad. Salgo del cuadro rápidamente y me dirijo a la salida.
-¡Espere!, déjeme un segundo, he olvidado algo en la sala de Velázquez- le digo antes de salir por la puerta del museo.
Miro por última vez el lienzo, todo sigue igual que cuando entré, no estoy dibujado en él,¡ufff!...pero la niña me echa un beso y me dice adiós con su mano.

Otro día entraré en la sala de....
continuará......................

Manuel Muñoz García-2003