Sabia lo que iba a pasar, no estaba sorprendido. Había llegado el momento.
La espera llego a su fin. Se agarró, fuertemente, de una cadena y de un barrote.
Las paredes empezaron a desprenderse y a derrumbarse. Temblaba muy fuerte, el polvo se expandía por todos lados. Un tirón muy fuerte lo haló, saliendo arrastrado
como un muñeco de trapo. Todo esto era inesperado. Sintió miedo, Gritó desesperado. Todo se oscureció
Despertó. No podía abrir los ojos. Después de mucho intentarlo pudo abrir uno, no podía moverse, sus manos estaban enyesadas, tenía una sed agobiante. Su garganta reseca no le permitía decir palabra alguna emitía sonidos guturales de desesperación. Esto llamó la atención de una mujer un poco grande, como de cuarenta años, que se encontraba cerca y le dio de beber agua.
Se dio cuenta de que estaba en una casa de campaña y que había más personas
en unas camas.
- ¿Qué pasó? Pregunto pasmado.
-¡Un terremoto señor! ¡Un terremoto! ¡Hay muchos heridos y muertos,
ha sido terrible!
Se fue enterando de todo lo sucedido, mientras estaba hospitalizado. Historias que conmovían todos los corazones y otras que repudiaban: personas que ante esta catástrofe, se aprovechaban para saquear; algunos habían sido detenidos in fraganti y fusilados en el mismo lugar. Era un caos total
Pasaron los días, meses y, aunque se recuperó, quedó muy afectado, ya que perdió un ojo. La cara un poco quemada, un pie quedo sin movimiento, pero, además, había perdido la memoria y por más que quería recordar, no lo lograba.
Deambuló por la ciudad, pero nadie lo recordaba era como si no hubiera existido.
Entonces, ¿qué hacía ahí? ¿Cómo llegó? ¿Quién era su familia? Muchas preguntas sin respuestas. Completamente desolado, angustiado ante lo que pasaba.
La muerte, nuevamente, lo tentaba. ¿Mejor morir, que vivir lastimosamente?
Pero… no se atrevió y decidió continuar. Fue enviado a un hogar de ayuda para que lo pudieran ubicar en algún lugar, en el que pudiera trabajar y desarrollara habilidades. Se adaptó rápido al trabajo de la panadería y, pronto, comenzó a elaborar diversos panes, los que le quedaban muy sabrosos y a los tres años pudo poner su propia panadería, pero seguía sin saber quién era, había buscado información. Sin embargo, con el terremoto que generó muchos incendios, los archivos se destruyeron y la gente por medio de un programa del gobierno estuvo rehaciendo sus papeles. Él fue llamado Salvador X para que pudiera seguir con su negocio, esperando que alguien lo reconociera y pudiera recuperar su memoria o cuando menos supiera de su pasado.
Comenzó a ayudar a muchas personas. A los lugares más pobres, llevaba canastas de pan y ayudaba con material, al que necesitara más. No obstante, él seguía solo, sin pareja, pero si con muchos amigos.
Cierta noche- cuando se disponía a dormir- le comenzó a doler mucho la cabeza
Un zumbido intolerable; tomó lo que pudo contra el dolor. Estando dormido, empezó a tener sueños y pesadillas: veía a dos niñas como de cinco y siete años, que corrían y lo abrazaban, jugaba con ellas. No las distinguía claramente, se le borraban sus caras, los nombres le retumbaban el cerebro hasta despertarlo; y así, se desvanecían en segundos no pudiendo recordarlos. Esto se repetía todas las noches, atormentándolo; llegando al extremo de tomar ciertas drogas muy fuertes para poder dormir. La gente se preocupaba por él, Cada día lo veían más desmejorado y comentaban que no era justo que una persona tan buena tuviera tan mala suerte.
Sufrió durante cuatro años esos dolores intensos sin lograr que nada los calmara. Se sometió a todo tipo de tratamientos y como último recurso se sometió a una operación con shocks eléctricos para eliminar las partes que le provocaban tal dolor. En la primera descarga, su mente empezó a recordar en forma vertiginosa todos los sucesos de su vida; de sus ojos comenzaron a salir lagrimas y dio un grito desgarrador
- ¡Nooo...!
Por desgracia, la segunda descarga fue tan fuerte que murió fulminado.
...Culpable. fue el veredicto del juez condenandolo a la silla eléctrica sin posibilidades de revocar la sentencia. Era un asesino maniático que secuestraba a jovencitas de doce a quince años, las violaba para después matarlas con crueldad desmedida. No lo habrían atrapado, sino es porque él loco y desalmado- ya totalmente drogado- mató a su esposa y sus dos hijitas. Así fue como la policía, después de arduas investigaciones, encontró no sólo evidencias de que mató a su familia; en la parte de atrás de la casa, tenía un huerto en el cual estaban enterradas seis niñas completamente destrozadas.
El pueblo herido, hasta lo más profundo, lo quería linchar por lo que fue enviado en medio de la noche a la penitenciaria de la ciudad capital para que se le ejecutara.
Llegó la hora de la ejecución y al ir los guardias por él, se desató el terremoto más poderoso que hubiera azotado la ciudad. ¡Justo en ese momento! quedando vivo y libre. Ahora, ¿quién lo haría pagar sus culpas? No era justo que una persona tan mala, tuvie...
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