Cuando me sujetaste por primera vez me miraste muy profundo en tus ojos azules e imaginaste una vida perfecta. No tuvo q transcurrir demasiado el tiempo para que lentamente la expectativa vaya disminuyendo. Y el orgullo fue desapareciendo, hasta que me arranque tus ojos de mi memoria, y te desfigure la cara, agrandando el vacio inmenso que creaste entre los dos. Y crecí, cada año más y más lejos de vos, hasta sentirte un extraño, hasta olvidarme de que alguna vez me tuviste en brazos mirándome profundo a los ojos e imaginando una vida totalmente distinta a la que estoy viviendo hoy. Porque me ocupe de desterrarme de vos, me ocupe de que te duela mirarme a la cara, de que te de asco pensarme como parte tuya, sangre impura de tu linaje, sucia, tan sucia como mis actitudes, como mi estilo de vida. Y ahora estoy a kilómetros de distancia, observando tu cara seria, tiesa, bañada en decepción continua del otro lado de la mesa, intentando encontrarme en tus ojos azules, intentando hacerme creer que ya no me importa verte en mis rasgos cuando observo mi reflejo. Entonces juego a desinteresarme, a mirarte cual desconocido generoso q le ofrece cobijo a un huésped que está perdido en la vida, y deambula descalzo esperando cruzarte lo menos posible para no darte más excusas, porque ya no hay justificatorio que te importe, ni tampoco ganas de justificarse. |