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Inicio / Cuenteros Locales / scarlett_y_retth / Carla y Pablo

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El sol pegaba de lleno sobre la ruta 14, faltaban sólo 42 kilómetros para el lugar de encuentro y Pablo terminaba de llenar el tanque de combustible. Era temprano aún para el horario en que habían quedado para encontrarse y decidió tomar un café en el bar de una estación de servicio y fumar un par de cigarrillos antes de seguir viaje. Observó una foto de Carla que había impreso en la oficina, con lápiz había escrito un número de patente y marca y color de un auto.
Terminó el café y decidió tomar un poco de aire. Salió de la cafetería y el sol le pegó de lleno en la cara. Eran las 12 del mediodía, hacía calor. Se imaginó en la pileta del hotel, disfrutando del agua fresca y de la compañía de ella. En realidad se había hecho muchas expectativas con respecto a este fin de semana y eso lo preocupaba. ¿Y si las cosas no salían como él las había imaginado?
Alejó esos pensamientos hostiles y decidió disfrutar del resto del viaje hasta el punto de encuentro. Subió al auto y puso un cd de blues. La música inundó el paisaje llano, salpicado por algunos sembradíos. Buscó un caramelo de menta –siempre llevaba caramelos de menta cuando viajaba- y se relajó en el asiento. Le gustaba manejar.
Carla salía del negocio donde había comprado una botella de agua mineral para mitigar la sed y volvió a sentarse en el banco de la plaza más cercano a la esquina, esperando el auto azul. Había llegado temprano, pero no quería ir al lugar del encuentro todavía y decidió hacer tiempo a la sombra de los árboles de la plaza. Cinco minutos antes de la hora estipulada alcanzó a ver el auto que estaba esperando y se marchó al suyo, dirigiéndose a la esquina de Buenos Aires y Maipú.
Pablo había estacionado a la sombra de un árbol y fumaba un cigarrillo mientras esperaba. En eso vio a Carla estacionar a unos metros de donde estaba él. Se bajó y se acercó. Ella apagó el motor del auto y salió. No era tan alta como él. Se saludaron con un beso en la mejilla y acordaron ir directamente al hotel. El calor era intenso y ambos pensaban en la frescura de los árboles alrededor de la pileta tal como habían visto en Internet cuando hicieron la reserva. Subieron cada uno a su auto y salieron de la ciudad. El hotel estaba a pocos kilómetros, justo frente a la curva que hacía el ancho río en esa zona.
Dejaron los vehículos uno al lado del otro en el estacionamiento del hotel, y caminaron hacia la recepción, les dieron la habitación que habían pedido, con vista al río.
Estaban emocionados, por fin podrían llevar a cabo lo que tanto habían planeado, hablaban poco, había algo de timidez de ambas partes, y aunque muchas veces antes sus conversaciones habían sido intensas y sin tabúes, esta vez era distinto.
Al entrar en la habitación quedaron unos segundos paralizados al ver la cama. Pablo decidió cerrar la puerta, tomó a Carla por la cintura y la besó en los labios sin mediar palabra. Ella aceptó la caricia, su corazón palpitaba fuertemente. Una mucama pasó y sonrió al verlos besándose en el pasillo. Se miraron y rieron con ganas. Decidieron entrar y hacer frente a la situación.
La habitación era grande, de colores pálidos que contrastaban con el exuberante paisaje que se veía a través del ventanal. Había algunos veleros en el río y el sol castigaba impunemente el verdor de los pastos. Desde donde estaban ellos no se veía el resto del hotel, la vista era única.
Dejaron los bolsos, abrieron la puerta corrediza y salieron a la pequeña terraza. Sin palabras Pablo la abrazó y volvió a buscar sus labios, esta vez con pasión. El beso duró una eternidad. Sus lenguas se encontraron, húmedas y ansiosas. Las manos de Pablo recorrieron la espalda de Carla hasta enredarse en su pelo. Tiró despacio llevándole la cabeza hacia atrás y buscó su cuello, besándolo suavemente.
Ella quiso frenarlo, su mente se resistía, su cuerpo le pedía más. Pablo se disculpó, hacía mucho que estaba esperando ese momento y le costaba controlarse.
Pablo le tomó la mano y volvieron al interior de la habitación. Tomó su bolso y lo abrió prestándose a acomodar su ropa. Carla se quedó mirándolo, no quería acomodar la ropa. Se le acercó seductora, estaba arrepentida de haberlo frenado. El se dio cuenta de las intensiones de Carla y la volvió a abrazar, volvió a tirar su pelo hacia atrás y a besar su cuello, ella apretó su cuerpo contra el de él y no tardaron en frotarse. Se acostó boca arriba en la cama y ella encima de él. Las manos de Pablo recorrían todo el cuerpo de Carla, sus dedos buscaron los botones de la blusa, y comenzó a desabrocharlo, luego se la quitó. Ella hizo lo mismo con la chomba de Pablo. Pasó sus dedos por el pecho mientras se acercaba a besarlo. El buscó hábilmente el cierre de su soutien y lo desprendió. Dejó que se deslizara mientras hacía lo mismo con los jeans. Lentamente fue bajándolos mientras pasaba sus manos por el contorno de sus piernas. La apretó contra sí al tiempo que rodaba sobre la cama dejándola ahora en posición inversa. Ella lo ayudó a terminar de desnudarse. En su mente aparecían continuamente flashes de otras situaciones que trataba de alejar de sí. El placer que le provocaba ese momento no podía enturbiarse con nada. Ya habría tiempo para lo otro.
Pablo la observó largamente sin dejar de acariciarla. Los pechos, el hueco que se forma en el cuello, su piel tan suave, los labios rojos que tanto lo provocaban, el pelo sobre la cara. Se sentía como si hiciera siglos que no hacía el amor, como si esa fuera su primera vez. La brisa caliente entraba por el ventanal abierto, no habían encendido el aire acondicionado y el calor se confundía con la temperatura de sus cuerpos apretados.
Los gemidos de ambos, era la única música del ambiente.
Exhaustos, miraban el techo de la habitación, las palabras eran pocas, ambos se sentían muy cómodos. Pablo, tratando de cortar el silencio, le preguntó a Carla si se sentía bien. Ella asintió con la cabeza y le pidió un cigarrillo. Ella no fumaba pero se justificó explicándole que tantas veces había escuchado decir que después del sexo no había nada mejor que quería probarlo.
Él se levantó y buscó el paquete de cigarrillos y el encendedor, ella se puso la parte inferior de su ropa interior y salió al balcón terraza, lugar donde tal vez podría ser vista por alguien lo que le pareció una locura, pero su vida había sido siempre tan estricta que decidió quedarse así. Estar prácticamente desnuda al aire libre en un lugar casi público era algo que alguna vez fantaseó, y en ese momento sintió que lo estaba haciendo realidad. Encendió el cigarrillo apoyada sobre la baranda del balcón y fumó el primero en su vida.
En realidad no le gustó, o sería que la intensidad del placer sentido unos minutos atrás no se podía comparar con ese humo amargo. Entró de nuevo en la habitación. Pablo había vuelto a recostarse. La llamó con un gesto obsceno, el primero que le veía hacer personalmente, aunque sus conversaciones siempre habían sido sin tabúes. Sonrió adelantándose al momento y se abandonó a las sensaciones que las manos y la boca de Pablo le provocaban. Hicieron el amor de nuevo como si no hubieran pasado apenas diez minutos desde la última vez. Abrazados dormitaron un rato para sacarse el cansancio del viaje y la pasión. Eran las cuatro de la tarde, sus sesiones amorosas eran largas y lentas, se acariciaban atentos a las reacciones.
El sol era inclemente aún. Decidieron despejarse un poco y pasar un rato en la pileta. Se cambiaron y fueron de la mano hasta la zona del solarium. No había nadie a esa hora. Se zambulleron en la piscina y nadaron un rato. Carla, apoyada en el borde, se sacudía las gotas de su pelo cuando las manos de Pablo la sorprendieron por debajo del agua. Sintió cómo resbalaban por su espalda, llegaban a su cintura y se perdían dentro de su malla.
Su mano buscó dentro de la prenda, ella miró alrededor, sin ofrecer resistencia alguna a esos dedos intrusos que la estaban llenando de placer, mientras Pablo le besaba el cuello desde atrás. A Carla le dejó de importar el entorno, cerró los ojos y disfrutó de esas caricias que invadían el interior de su sexo hasta el final. Se dio vuelta, lo abrazó, lo besó y fue deslizando su mano hacia abajo; ahora era ella la que lo iba a hacer disfrutar a él. La introdujo dentro de su short, hasta encontrar lo que buscaba, él comenzó a respirar en forma intensa, sin cerrar los ojos, la miraba a ella fijamente a los ojos. A los pocos minutos ella le sugirió ir a otro lugar, quería terminar con lo que estaba haciendo y creyó que ese no era el lugar indicado. Salieron de la pileta y subieron por una escalera exterior que llevaba a las habitaciones. Pablo la tomó de la mano y se detuvieron en el descanso de la escalera entre el primer y segundo piso. Se besaron unos segundos y ella lentamente se fue poniendo de cuclillas delante de él.
El muchacho que atendía el barcito de la pileta había regresado y Carla y Pablo decidieron ir a beber una cerveza. Recostados en unas reposeras por fin sintieron la necesidad de hablar. Ya habían saciado la excitación que acumulaban desde hacía meses, se sentían satisfechos pero incapaces de postergar el momento del sexo por mucho tiempo. Se contaron sus sensaciones, lo que más les había gustado del otro, las fantasías que habían llenado sus noches todo ese tiempo. Fuera de ellos dos no había nada. No importaba qué hacían ni cómo eran sus vidas. Por las próximas 48 horas iban a ser ellos y nadie más en el mundo.
Carla cerró los ojos. Sentía la presencia de Pablo a su lado, se sentía muy bien, despreocupada, como si no fuera ella. El sol caía detrás de los árboles y su luz dorada se reflejaba en el río. De repente se miraron. Ambos entendieron la mirada del otro. Se levantaron y fueron hacia la habitación. Esa vez el sexo fue menos urgente, había una conexión entre ellos que no hacía disminuir la pasión sino que aumentaba el placer.
Se recorrieron y se exploraron lenta y profundamente. El momento del clímax fue largo y ellos trataron de alargarlo aún más. Las manos entrelazadas se apretaban con fuerza mientras los cuerpos se acomodaban al ritmo lento y sensual. Estuvieron unos minutos en la misma posición, tratando de recobrar el aliento, y luego se separaron.
Nueve y media de la noche. Carla terminaba de maquillarse, vestía un vestido corto blanco con algunas estampas en azul, que a él le hizo volver a sentir deseo por ella, Pablo le había propuesto ir a cenar a algún restaurante de la ciudad, salieron de la habitación, él la tomó de la cintura, y fueron en busca del auto del él en el estacionamiento, no conocían demasiado la ciudad, encontraron un lindo lugar en el centro de la misma, donde cenaron pastas.
La noche se presentaba para caminar, hacía algo de calor, la luna brillaba, y el lugar parecía tranquilo. Encontraron un pequeño bar, donde decidieron ir por un café.
Dentro del lugar, cambiaron el café por cerveza, ya que el calor invitaba. Conversaron, contaron sus historias, no las cercanas, sino que se divirtieron hablando de sus momentos de adolescentes y de la niñez. Bebieron bastante y cada vez estaban mas desinhibidos, hasta que él le dijo que quería volver a hacer el amor con ella, pero utilizando un vocabulario más soez y en voz no tan baja. Una pareja que estaba cerca escuchó haciendo que Carla se sonrojara, pero en el mismo tono que empleó él, dijo que también quería.
Llegaron al hotel, estacionaron el auto y dentro del mismo empezaron a besarse, sus manos recorrían el cuerpo del otro, la excitación comenzaba a crecer, sus lenguas se entrelazaban. Decidieron bajar del auto y seguir en otro lugar. Caminaron por el parque tranquilo del hotel, ya habían pasado un par de horas de la medianoche y la luna era la única testigo. Fueron para el sector del río, y sobre un pequeño muro volvieron a besarse. Las pelvis se presionaban entre sí, mientras las manos de Pablo acariciaban la espalda de Carla. El cierre del vestido fue una tentación a la que no se resistió, sus breteles cayeron dejando desnudos sus pechos, luego sus manos fueron a sus piernas, fue levantando su vestido, la sentó sobre la pared, y la penetró con pasión. Ella lo recibía con gemidos contenidos, aunque ya nada les importaba. Unos minutos después la bajo del muro, la hizo girar, tomándola desde atrás. Carla se dio cuenta de lo que Pablo buscaba y le dijo que nunca lo había hecho así pero no se negó. Sintió el dolor pero lo soportó, momentos después empezaba a disfrutar.
Exhaustos fueron hacia la habitación. Se ducharon juntos y completamente cansados se durmieron hasta el día siguiente.
Carla fue la primera en despertar. Se estiró en la cama y observó a Pablo, que dormía profundamente a su lado. Estaba despeinado y con la barba crecida. El sol comenzaba a reflejarse sobre el río y la brisa fresca entraba por el ventanal. Pensó en las horas que faltaban para que cada uno volviera a su rutina diaria y sintió un nudo en la garganta. No sabía qué iba a pasar a partir de ese momento, pero probablemente no viera más a Pablo. Evocó los momentos pasados juntos desde el día anterior, en todas las veces que él la acarició encendiendo su deseo, en la forma de hacer el amor, cada vez tan diferente de la anterior, en sus manos y su boca buscándola. Sintió su entrepierna húmeda. Su mente vagaba por esos momentos de placer y pasión hasta que, desde el fondo de su alma, la culpa la asedió. Empezó a sentirse mal, sintió lágrimas deslizarse por su mejilla y pensó que nunca debería haber llegado tan lejos. Tapó su desnudez con las sábanas y se dio vuelta dándole la espalda a Pablo. Se quedó mirando el río hasta que finalmente volvió a dormirse.
Cuando despertó nuevamente vio a Pablo acodado en la baranda de la terraza fumando un cigarrillo. Parecía ensimismado. Se levantó y se le acercó envuelta en la sábana. Se miraron largamente sin decir palabra hasta que él se inclinó y le besó suavemente los labios. La tuvo abrazada un rato en silencio y luego, sacudiendo el estigma del poco tiempo restante, le sonrió y le propuso bajar a desayunar. Cuando se sentaron en el comedor se dieron cuenta que estaban hambrientos. Se sirvieron café, jugo, medialunas y frutas y comieron con ganas mientras hacían bromas y charlaban libremente. Luego fueron caminando hasta la playa, al pasar por el muro sobre el que horas antes habían hecho el amor ambos se miraron con una sonrisa. Ella adivinó el pensamiento de Pablo y sacudió la cabeza de un lado a otro diciéndole que no mientras el corazón le latía aceleradamente. Llegaron hasta el embarcadero y se sentaron sobre unas piedras con los pies en el agua. Estaban en paz. Se sentían plenos pero llenos de ansias. Acordaron pasar esas horas los dos solos, sin salir del hotel. Pasaron más de dos horas en ese lugar entre charla y mimos.
El sol calentaba. Caminaron de la mano por el costado de la pileta y se recostaron en unas reposeras. Pidieron un jugo exprimido de naranjas y lo bebieron en paz, mantuvieron un rato el silencio, nada pasaba por sus mentes, solo disfrutaban. Pablo inclinó su cabeza hacia ella, sus miradas se encontraron, no había mejor paisaje que los ojos del otro. Se miraron largo rato sin mediar palabras, podían sentir la dulzura que fluía entre ellos. Ni siquiera pensaban en que estaba llegando el final de ese encuentro.
Luego del almuerzo, subieron a la habitación y empacaron entre caricias y besos Ya empezaban a sentir la tristeza de la separación, terminaron de guardar todo y se abrazaron un tiempo prolongado. Ambos sentían que habían superado la expectativa sobre ese fin de semana; la habían pasado muy bien, pero era hora de volver a la realidad. Bajaron al estacionamiento, se volvieron a abrazar y a besar y se despidieron. No había compromiso, ni promesa de próxima vez. Tal vez pronto volverían a encontrarse... o tal vez nunca más. Subieron a sus autos y comenzaron el camino de regreso.

El sol pegaba de lleno en la ruta 14, Pablo manejaba escuchando blues, Carla había tomado otro camino, su lugar distaba de unos trescientos kilómetros del de él. En un par de horas llegaría a su casa, un pequeño sentimiento de culpa rondaba por su cabeza, pero no se sentía arrepentido.
Carla marchaba en paz por la ruta, volvería a su vida normal, deseaba volver a ver a sus hijos, pero en su corazón sabía ahora que volvería a encontrarse con Pablo.

Texto agregado el 15-01-2009, y leído por 205 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
15-01-2009 Magnífico relato. Me mantuvo el interés hasta el final. Bien logrado.***** susana-del-rosal
15-01-2009 Muy bien logrado el erotismo, sexo explícito con un lenguaje cuidado. caminantesolitario
 
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