Sublime Maternidad
Al entregar su alma, su vida y su ser al cuerpo amado, sintiéndolo por completo en una noche de ternura y pasión desmedida, Dios le concedió el milagro de experimentar el surgimiento de la vida.
Desde entonces, esperaba su llegada con ansias desbocadas, con ilusión excesiva; las flores lo anhelaban destilando sus fragancias, los pájaros cantaban arrullando su sendero. La tierra, toda, se llenaba de esperanza.
Por él, fue transformada por completo, como arcilla y barro trabajado; moldeando su cuerpo; preparándolo para recibirlo en su vientre; para albergarlo en sus entrañas, cual fina cuna de cedro; madera olorosa y blanda, de las mejores del Líbano.
Por él, fue convertida en Diosa dadora de vida, alimento y amor. Una diosa que agradecía, constantemente, el don que había recibido, pues, le permitía renacer, florecer como las mariposas en plena primavera. Tiernamente, amaba la verdad de su existencia, ésa que sólo ella le había dado.
Al fin llegó, en un día glorioso, resplandeciente como el sol al amanecer; lo cobijó en sus brazos; lo acercó a su regazo para sentirlo; lo amamantó con el néctar de su miel, reconociéndolo como un pedazo de su ser; para hacerse toda de él; y él, todo de ella, amor verdadero e infinito. Sublime maternidad.
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