Y vuelvo a ser, lo que soy y siempre he sido.
Un espectro que deambula en esta prisión de espejos,
Escondido en un blindaje, de silencio y de locura,
Solitario, desgarrado, ya sin miedo.
Con la mirada marchita y el ceño fruncido,
por siempre estancado en este albor de tristezas,
en el crepúsculo tibio, la fatiga vuelve ingrata, cerrados sus labios,
arrastra sus huellas.
Acero y silencio, soledad y risa, espejo que empaña mi aliento, y que deja
cadencias sutiles, etéreas visiones, efímeros pasos de otras existencias.
Acaso arrebato, el grito que alcanza mi pecho y desgarra tu máscara fría,
que el distante ser, mira de soslayo y acaso comprende esta despedida. |