La Traición del ser hacia su carne
Asfixiado por el encanto de la noche y absuelto por las mañanas frías, me levanto cada mañana a encontrarme con mi amada a la estación de trenes que siempre acordamos. Hoy me levante feliz, me perfume con el aroma más gris de la neblina y camine junto al encuentro tan deseado, mis pies caminaban firmes decididos a ella, pero mi mente se detenía, no dejaba trecho a los pasos, el trayecto fue el más largo de mi vida me encontraba perdido entre la raza humana adelantando pieles y más pieles por llegar a su encuentro. Su inolvidable calor me aceleraba por llegar a sus brazos, pero el olor a espina lo sentía en mis orificios sobre mi boca, mis latidos acelerados y aguerridos presentían el karma de lo no pensado sulfurando mis sienes en cada paso avasallador y nervioso que conducía, pare un momento junto al roció y me senté con las manos firmes y pesadas junto a una dama de carácter mas bien fuerte y de miradas soñolientas , ¿que haces? le dije tímido, nada me contesto sorprendida. Pues esta linda la mañana le dije queriendo agradarle, es que no hay mañana hermosa me dijo desafiándome con sus labios mientras fruncía el seño. Pues lograba ver en ella un triste pasar uno de esos días feos horrendos como los que me tienen sentado a aquí solo con el presentimiento de una traición, es que me siento tan mal, como no estoy seguro de nada pero aun así creo ver desde lejos lo que ni en sueños me hubiese imaginado. Yo me pare rápidamente de su lado y camine despejando mi mente de las cosas insinuantes e hirientes que en mi conciencia pasaba, la niña siguió cada paso detrás mío y su rostro enrojecido reflejaba su karma en cada pisar de sus pies, es que solo a metros tenia la estación y ni quería darme cuenta lo que estaba observando, la vi a ella cubierta de besos por un extraño envuelta en sabanas de abrazos.
Y al tipo entrando en ella como yo la otra noche. Mis ojos se perdieron en la brisa veleidosa y extenuante del cielo blanco y repentino que se venía a mi cabeza, la chica lloraba en mares mientras de rodillas le suplicaba a ala tierra que se la comiera. Pues lograba entender en el minuto lo que pasaba y nos abrazamos consolándonos mutuamente, dejamos entrever nuestros rencores y caminamos hacia sus cuerpos desnudos y escondidos y los miramos rogando escuchar su perdón, pues embalsamados en placer se ahuyentaron y nos miraron fijo con sus almas rotas y escarchadas de arrepentimiento. Ni ella ni yo reaccionábamos estábamos atónitos a sus bocas cerradas cobardes y egoístas, pues no hay nada mas que hablar dijimos ambos y caminamos junto a nuestras sobras decepcionadas y heridas y nos sentamos en el mismo lugar en donde nos conocimos esperando olvidar y seguir viviendo.
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