LA OSCURA SILUETA
Me encontraba en un campo abierto, justo en el centro desde el cual podían verse grandes y robustos árboles de color marrón oscuro, formando un denso y espeso bosque en todas direcciones. Las copas de los árboles eran de un verde sombrío, fuertemente mullidas de hojas de tamaños y formas irregulares que danzaban colgadas de las ramas, sacudiéndose todas suavemente alineadas. La brisa que provenía desde el sur daba una sensación de frescura tan agradable que nadie pensaría jamás en alejarse de ella, que silbaba tenuemente sobre mis orejas formando el ritmo al cual bailaban las hojas de las copas. Sobre el oeste podía verse el ocaso del sol, tiñendo al cielo con un fascinante anaranjado fluorescente entintado en la parte más alta por un violeta pálido. Podía sentir sobre todo mi cuerpo los últimos rayos del sol que atravesaban los pequeños espacios que los árboles dejaban libre, la sensación era única, la calidez que me invadía ineludible, y tan acogedora que el tiempo parecería no transcurrir cuando en realidad podrían haber pasado horas. El pasto que estaba bajo mis pies tenia la textura de una alfombra de terciopelo, radiante como el mismo sol y tersa como el algodón.
Cuando pude tomar conciencia de lo que ahora me rodeaba, la noche había tomado posesión de ese bello y desolado campo, lentamente fui observando todo en mi contorno, y nada parecía como antes, donde antes se encontraban las hojas danzantes ahora habían sido reemplazadas por hojas de amorronadas, de un tono seco, como si el otoño hubiese llegado de la noche a la mañana, ya no se movían a un compás determinado sino que por el contrario parecían moverse con toda libertar, ninguna seguía a la otro, y las copas de los árboles chocaban unas contra otras mientras el encuentro de las marchitas ramas producía un sonido ensordecedor. Fue entonces cuando capte la sensación de viento helado que provenía aún del lado sur del bosque, ahora más intenso, más indiferente, arrasando con todo a su camino, picaba helado sobre mi rostro como innumerable y afiladas agujas. Podía verse en el cielo, espesas nubes aproximándose desde el sur para cubrir una brillante y ostentosa luna llena que ahora captaba toda mi atención, olvidando por completo los entumecimientos que el viento me provocaba. Jamás había visto una luna como esa, blanca, grande y tan brillante que hasta dolían los ojos con solo mirarla, alumbrando todo a mis alrededores; estuve contemplándola durante varios minutos hasta poner finalmente toda mi curiosidad en el suelo, que había sido suplantado por un áspero, escaso y desabrido forraje amarillento.
Mi respiración se volvió agitada, entrecortada y dolorosa mientras el pesado e impasible frió chocaba contra mis fosas nasales formando pequeñas e insignificantes escarchas, y entraba lesionando todo mi pecho, quemando mi garganta incluso cuando inhalaba aire helado y no ardiente. Observe como de mi boca salía un húmedo aliento entrecortado que se desvanecía tan rápido como aparecía. Rocas peligrosamente afiladas, habían aparecido donde antes solo había pasto, vislumbrando una especie de sendero casi impalpable, a la lejanía sobre el norte del prado, justo enfrente mío.
Lo que primero había sido una tenue brisa, y luego se había transformado en una fría ráfaga, no podía comparase con la tormenta que se acercaba, mi cuerpo se retorció obligándome a caer al piso, mis manos estaban completamente heladas, cerradas en puños firmemente apretados, mis dientes rechinaban cada ves que chocaban entre si provocado por tiritar, por los escalofríos que mi cuerpo sufría. Apenas pude dejar abiertos mis ojos ahora cristalizados para no perder de vista el momento justo en el cual las nubes por fin cubrieron el cielo con un gris y misterioso manto, que dejaba pasar tenues rayos de luz que se colaban por orificio casi imperceptibles. Ahora, esas resecas hojas iban cayendo turbulentamente de los árboles cada vez con mayor violencia, el suelo se forraba de un tornasolado de amarillo sucio y marrón avejentado mientras las nubes se empujaban entre si para poder ocupar el mayor espacio posible, dejando cada ves menos huecos por donde la luz de la luna iluminara el valle.
A pesar de que no podía evitar sentirme confundido, desconociendo como había llegado a aquel prado me esforcé por tranquilizarme, usando todas mis fuerzas para poder pararme, sobreponiéndome al frío que insistía en dejarme tirado en ese desolado campo, luchando por lograr que mis piernas se mantuvieran firmes y unidas, defendiendo mi postura, recordando como se caminaba, forzando para que avanzara una pierna mientas la otra se mantenía quieta, avanzando la otra pierna solo cuando la primera se encontraba completamente firme sobre el suelo. Para cuando pude hacer una par de pasos, me sentí observado y rápidamente eche una mirada para todos lados, dando vueltas sobre mi mismo, rotando sobre el eje de mi cuerpo; mis ojos empezaron a mirar por todos lados, no se quedaban quietos, y parecían desorbitados; y aunque intentaba enfocarlos en algún punto fijo, no respondían a mis órdenes. Desprovisto de toda certeza me exigí a mi mismo a creer que el sinuoso y sombrío sendero era la salida de aquel lugar. Me encamine con mayor convicción y velocidad hacia el camino. Con cada paso que daba y me acercaba a la salida, la noche se volvía más oscura, más tenebrosa, más fría y la tormenta se tornaba cada vez más enardecida. Había solo un par de pasos de distancia entre el sendero y mi cuerpo; la excitación me invadía mientas la desesperación cubría un papel cada vez más representativo. Mi mente estaba entrañada en el cerrado bosque que me esperaba, esperanzado con encontrar una salida.
De golpe, un sordo rechinar de dientes hizo darme vuelta en ciento ochenta grados, incluso antes de que pudiera interpretar el sonido que acababa de oír; mis ojos se abrieron como platos, mis puños se tensaron aún más, mi respiración comenzó a entrecortarse con mayor frecuencia casi impidiéndome poder saborear un poco del helado aire. Mi corazón latía enérgicamente golpeando bajo mi pecho con un ruido estridente, que apenas podía contener; mi boca se tornó seca y un nudo en mi garganta impedía que pudiera efectuar cualquier sonido.
Si mis ojos no lo hubiesen visto, jamás hubiera creído lo que miraba, una figura alta y arrogante apoyada de forma inclinada sobre uno de los troncos de los árboles; permanecía inmóvil, como si no se hubiese percatado de mi sobresalto, ambos brazos caían libremente sobre los costados de su cuerpo, sus manos, con dedos largos y finos como el alambre relucían pálidas que incluso la luna a su lado parecería tener un color amarillento, y escandalosamente avejentas, iluminadas por la escasa luz que se colaba por entre las nubes; podía sentir que miraba fijamente hacia mis ojos, a pesar de que todo su rostro permanecía bajo las sombras de los árboles. El nudo en mi garganta se hacia más y más persistente, y mi estomago sufría furiosas punzadas de dolor que me sacudieron evitando mantener la mirada de la oscura figura. Varios metros nos separaban, por lo que si intentara correr hacia mi, tendría tiempo suficiente de reaccionar y correr yo también. Aun así, tan rápido como baje la mirada, me di media vuelta y me encamine hacia el sendero que seria mi escapatoria; aferrandome a mi conciencia, me obligué a mirar el rocoso y tortuoso camino, agudizando todos los sentidos pero especialmente el oído, para poder captar cualquier movimiento que la sombría imagen hiciera intentando acercarse a mi.
Para cuando pude tomar un hilo de conciencia de lo que estaba haciendo me encontraba corriendo hacía varias horas, había escapado de ese valle pero a pesar de seguir el empinado camino, no encontraba una salida. Entre más pensaba en la salida, mas fuertes eran las puntadas que se abrían camino en mi pecho, sentía que mi corazón estaba a punto de estallar, mi respiración volvía más y más dificultosa y rasgaba mi garganta con cada inhalación del congelado aire y aunque en una situación normal no hubiese podido seguir corriendo, en esta ocasión no podía ni quería detenerme, mi cuerpo se movía ágilmente por entre los arbustos que habían aparecido unos cuantos minutos antes, mezclándose con los frondosos árboles.
No sabía exactamente cuanto tiempo había estado corriendo, ya no lo recordaba, ni a que velocidad, pero pude captar la desesperación con la cual lo hacia cuando los troncos de los árboles mezclados con los arbustos pasaban a mi lado imitando una especie de pared maciza, efecto que se producía por la velocidad de mi desplazamiento. Minutos después me detuve para poder reponer mis fuerzas por lo menos un poco, de todas maneras hacía varios kilómetros que había dejado atrás a la persona que tanto terror me había proporcionado.
Mientras los latidos de mi corazón se acompasaba con la ya normal respiración, mire al cielo intentando averiguar hacia donde había estado corriendo durante horas, que prácticamente estaba perdido luego de las primeras nueve curvas que el camino había tomado; las nubes ya no cubrían el cielo, no podía distinguir ninguna estrella, como si todas estuviesen opacadas por el resplandor de la luna, que ahora brillaba como la primera vez, imperceptibles a la mirada de mis ojos, los entrecerré pero aunque me esforzaba, las estrellas no parecían dispuestas a mostrarse.
Luego de un largo rato, en el cual pude tranquilizarme, decidí que ya era momento para reanudar mi escapatoria de esa selva formada por árboles pétreos y arbustos que se escurrían por cada rincón a los contados del pasaje en el cual debía continuar mi exploración hacia la salida. Me puse de pie con tanta tranquilidad y serenidad que me llamó la atención. Me deslice con pasos lentos pero firmes y seguros hacia la dirección que creía correcta. En mi mente solo existía la idea de huir de la aterradora situación que había dejado atrás, incluso cuando mi cuerpo pareciera tan tranquilo y con una libertad tal que ni siquiera tenía que pensar en como caminar o como respirar, todo sucedía automáticamente.
Después de lo que nuevamente me había parecido una eternidad, caminando sin un rumbo fijo, experimente nuevamente esa sensación tan intensa y desagradable, solo de pensar lo que era me aterrorizaba, mi corazón volvió a latir con ese desenfrenar que anteriormente tanto me había dolido, mi respiración se puso agitada, como si hubiese corrido una maratón cuando en realidad lo único que había hecho era caminar lentamente. Sentí como se habría paso en la boca de mi estomago un nudo que luchaba por retorcerme las entrañas, dando grandes punzadas de dolor; noté cómo piel de gallina recubría todo mi cuerpo, mientras fuertes y rudos escalofríos pasaban de la punta de mis pies hasta el pelo.
Mire por sobre mi hombro, tratando de parecer lo menos llamativo posible, mis manos aún temblaban y ahora se habían cerrado en puños dispuestos a atacar si la situación así lo disponía. Nuevamente el hombre de extrañas manos se encontraba a varios metros detrás de mí, con la misma pose que había adoptado bajo los árboles del prado, sus brazos tendían a los contados de su cuerpo, como si no pudiesen moverse por si solos, colgando de los hombros, había sucedido antes, tampoco ahora podía ver su rostro, pero sentía su mirada penetrante, como si supiese exactamente lo que estaba a punto de hacer.
Mire hacia delante y antes de que pudiera concentrarme en lo que hacia me vi corriendo escandalosamente a trabes de los árboles, ya no seguí el rumbo por el cual en un principio había optado; las secas y duras ramas golpeaban contra mi rostro, arañando y lacerándolo, pero eso no me importaba. Seguí corriendo sin rumbo fijo, apenas pudiendo ver lo que tenía a pocos centímetros de mis ojos, pues las ramas entrelazadas formaban un velo casi imperceptible y a la vez impenetrable a la vista.
Miraba hacia atrás intentando convencerme de que ya nadie me seguía, más ahora que estaba definitivamente perdido en la espesura del bosque, pendiente de mi retaguardia; y en lo que podría haber sido una fracción de segundo estaba tumbado en el suelo, presionando firmemente mi pie con ambas manos, como si eso fuese lo suficientemente oportuno para calmar las puntadas que sentía. El dolor era insoportable. Mi pie había quedado atrapado entre el firme y surcado suelo y la fastidiosa y reseca raíz de un árbol que se arrastraba por la tierra.
La fría figura se apreciaba una vez más en frente mío, pero esta vez no se hallaba con una expresión de tranquilidad como la anterior, sus brazos ya no colgaban de sus hombros sino que ahora se extendían levemente flexionados a la altura de su cara, sus manos, por otro lado, habían adoptado la forma de las garras de una pantera a punto de atacar a su presa. Las facciones de su semblante que por primera vez se relucían a la luz de la luna, concordaban perfectamente con la apariencia de su silueta, tan blanca como sus manos, pálida como el hueso; un cabello negro y enmarañado caía a ambos lados de la cara con una apariencia de completa suciedad. Una desagradable sonrisa surcaba de una oreja a la otra con una expresión de ambición, entre tanto pasaba su lengua por sobre los labios como si estuviera completamente hambriento, dejando ver cada escasos momentos, unos perfectos dientes blancos y afilados que lucían el mismo tono platinado que la luna. Finalmente mi atención se poso sobre la parte superior de su semblante. Grandes ojos, intentando paralizarme, como hasta ese momento habían hecho, relucían sedientos, un brillante color rojo sangre sustituía la parte que debía ser de color blanco mientras que las pupilas resaltaban con un negro oscuro igual de radiante que el brillo de sus dientes.
En el tiempo que me tomo cerrar y volver a abrir los ojos, el inhumano hombre se había encaminado hacia mi posición. Instintivamente, con la ayuda de mis manos, mi pierna luchaba por liberarse de su obstrucción, dejando de lado el punzante dolor que se desvanecía lentamente en comparación con mi cada vez mayor desesperación; ya no podía soportarlo, mi garganta rugía de la impotencia que pasaba por mi mente, solo segundos antes de poder sentir favorablemente la libertad en mi pie. Como pude me levante y a desequilibrados pasos intente alejarme de la feroz silueta que mostraba una mayor sonrisa sombría. Movía su cabeza lentamente hacia ambos lados en tono de desaprobación, acercándose con mayor rapidez y seguridad de lo que podría haber imaginado. Para cuando quise salir corriendo, la sombría imagen ya estaba a centímetros de mi cuerpo, ahora una inusual brutalidad se apoderaba de su rostro. Sentí un estremecimiento que ahogo lo que hubiese sido un grito de terror, mi garganta se debatía entre cumplir su función para dejarme respirar o mantenerse rígida indiferente a las ordenes que intentaba dar. Las piernas me temblaban, blandas como gelatina intentaban mantenerse lo más pegadas entre si como mi contextura se los permitiera. La cruel criatura salto hacia mi tirándome otra vez contra el suelo, pude soltar un sonido ahogado cuando mi espalda cayo con un golpe seco al suelo dejándome si el poco aire que había podido inhalar segundos antes de percatarme de mi amenaza. Sus manos se aferraron a mis brazos, que estaban siendo perforados ferozmente por esos dedos afilados como clavos, dejando resbalar sobro mi ropa una espesa cantidad de brillante sangre roja. Sus ojos se encontraban perdidos sobre mi cuello, maravillándose con solo fijar su vista en él, que ya no poseían una negro tenebroso en sus pupilas, sino que todo era rojo brillante, espeluznante. Ligeras gotas de saliva goteaban de su boca, esperando deleitarse como si mi cuello fuera un banquete. Finalmente abrió sus delgados y largos labios, abrió su mandíbula y dejo a la vista unos espeluznantes colmillos, que de haber sido otra la situación podrían mantener la atención de cualquiera por su blancura y perfección.
Clavando sus manos con mayor fuerza, si eso era posible, acerco su boca a mi cuello con tanta furia que me costaba creer que no fuera a romperme el cuello. Estaba a punto de morderme, sabia que era mi fin, el miedo no se desvanecía y aún así mis reflejos no brotaban, mi cuerpo permanecía inmóvil esperando el ultimo ataque.
Los brazos me dolían demasiado para seguir resistiendo. Quería que terminara lo más pronto posible. Quería dejar el sufrimiento atrás. Quería morir.
Sentía mi cuerpo completamente sudado, la cabeza me daba vueltas como si estuviese a punto de caerme, la respiración era completamente entrecortada y todavía se me dificultaba inhalar, mi corazón latía rabiosamente mientras golpeaba desesperado contra mi pecho, sabia que estaba en posición horizontal, recostado, pero no lograba percibir dónde, estaba desorientado. No podía sentir dolor, prácticamente no sentía mis brazos, era complicado determinar si la sensación era o no placentera, quizás ya había muerto, ya todo había terminado.
Una tenue calidez se posó sobre mi mano izquierda, provocando un leve estremecimientos, debido a la sensación de frió que creía tener. Mi mano, la cual suponía se encontraba apoyada sobre el piso, no percibía lo rocoso y áspero del suelo, sino todo lo contrario suave y aterciopelado, ¿ya me encontraba en el cielo? ¡Que rápido había todo terminado! Intente abrir los ojos, pero los tenia levemente presionados, para cuando pude relajar mi rostro y tomar control de mis parpados note que mi corazón ya no bombeaba enloquecidamente, mi respiración se había tornado considerablemente normal, casi inperseptible, y la temperatura de mi cuerpo era diferente, más templada. Abrí mis parpados, no distinguía hacia lo que miraba, un brillo casi segador apuntaba ahora directo hacia mi rostro. Mis pupilas tardaron varios minutos en acostumbrarse a la luz, que ahora era fácil de identificar, provenía de la ventana de mi habitación que daba al este, y por el cual se asomaba el sol todas las mañanas.
_ ¡Eso es! _ dije.
Estaba en mi habitación, recostado sobre mi suave y acolchada cama, todavía sudado pero iluminado por los amarillentos rayos del sol. Eché una rápida mirada hacia el resto de mi recamara y todo parecía estar en su lugar, mi escritorio, con la computadora sobre él, ambos contra la pared opuesta a mí, la silla, ligeramente corrida de lugar con la ropa, que la noche anterior me había sacado para dormir, tirada descuidadamente sobre ella.
Ahora lo entendía todo, aquel extraño y desolado sendero, con la oscura silueta, había sido una aterradora pesadilla. A pesar de que sabía que estaba en lo cierto, todavía me costaba creer que las cosas que había sentido no eran reales, el frío que sintió mi cuerpo, el dolor en el pie que me había esguinsado, las intensas lastimaduras en mis brazos que esos dedos de alambre me habían provocado, todo me había parecido tan real. Cuando pude concentrarme en recordar diferentes puntos de mi sueño, que todavía me parecían reales, recordé el momento justo antes de despertarme, lo que estaba a punto de sucederme.
El miedo una vez más me atormento. Mi mano derecha se movió violentamente hacia mi cuello.
_ oouch _ soltó ahogadamente mi garganta por el fuerte impacto de mi mano sobre ella.
Nada tenía, todo estaba bien. Ahora, mientras una tenue sonrisa de ironía surcaba mi cara, me sentía avergonzado por haber tenido esa reacción sabiendo de antemano que todo había sido un sueño, solo eso.
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