No es que eran para mí. Ya lo sabes.
Pero regrésame cuando puedas
las cartas que te escribí
en todos estos meses de confidencias y tragos.
Mejor, rómpelas.
Y no cometas la bajeza de quedarte con alguna,
incluyendo la que tienes en la cabecera de la cama
para estrujarme a tus anchas.
Si insistes, te las compro. Pon el precio:
a rublo por palabra estaremos en paz.
Con lo que llevo gastado contigo en los bares
qué sentido puede tener el regateo.
Claro que lo hago por mí. No lo niego.
Quién sabe los alcances de tu insobornable empeño.
En adelante -entérate desde ya -
otra disfrutará ¡no te rías! con lo que escriba:
mi poesía, por ejemplo.
Con tal que me venere, así, como me gusta
estoy dispuesto a lo impensable,
a ponerme de rodillas,
a jurar un disparate.
Es que si espero por ti
ni tu divino Bukowski, descruzando la pierna
hubiese parido jamás
un poema.