Cuando llegó Julio a este mundo, una mañana soleada lo recibió. Estaba yo en un hospital público, sin nada de lujos ni familiares que me fuesen a felicitar. Muchas cosas pasaron en torno a la llegada de este niño, de cuerpo flaquito y la sonrisa de su madre.
Era joven en ese entonces, muy joven, y demasiado inmadura como para comprender los ruegos de mi madre para que no abandonara los estudios, ni el amargo llanto de mi padre cuando decidí partir con el gran amor de mi vida.
Veía esa nueva vida como un sueño hecho realidad, como la meta que siempre esperé, sentirme amada, comprendida.
Han pasado cerca de 15 años desde entonces y demasiadas historias amargas que no tiene caso recordar.
Hoy Julio cumplió 14 AÑOS, y más que mi hijo es mi amigo, es quien está a mi lado cuando me sobrepasan las tristezas y cuando me irradian alegrías.
Julio sigue flaquito, y moreno como su madre, la sonrisa no le ha cambiado, ni tampoco la inocencia.
Anoche hizo frío, pero salí al jardín a regar mis plantitas, me hace bien, estoy conmigo misma, miro el cielo nublado, la noche inmensa, el olor a tierra mojada…..
Desde la ventana observé a Julio en su dormitorio, estaba sobre la cama, pensando, tal vez en horizontes lejanos, en su futuro, tal vez en una chica…
Me acerqué, silenciosa, y noté que escuchaba a Barry White.
Pensé muchas cosas al son del agua en la tierra, pensé que a veces se gana y a veces se pierde…..yo he ganado.
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