AUTOENGAÑO
Se levanto como de costumbre, faltando un cuarto para las cinco de la mañana. A través de la ventana tapizada con una vieja celosía, el ruido de los carros llegó hasta sus oídos como una bofetada callejera. Una extraña euforia recorría su cuerpo, era la misma euforía que lo acompañaba cuando iba a visitar a su novia o cuando recibía el salario y se dirigía hacia un centro comercial a sentarse frente a la barra de un moderno café que le gustaba frecuentar.
Desnudo como estaba ingresó al baño y comenzó a ducharse. La alarma empezó a repicar furiosa. Otra vez le gané, desperté primero que tú. Pensó con una sonrisa de oreja a oreja.
Le gustaba contemplarse al espejo, por lo que invirtió unos minutos en su inocente narcisismo. El movil repicó sobre la mesa de noche, lo tomo con indiferencia. En la pantalla apareció un nombre no grato, por lo que lo apagó rapidamente, antes de que empezara a sonar otra vez.
¡El trabajo! El bendito trabajo. Otro día de rutina, ver a la vieja gorda de su jefe, dando ordenes a diestra y siniestra, como un amargado jefe de pelotón. La detestaba, pués le recordaba a un cabo del ejército, con el cual termino dandose de trompadas. Quince días en una celda de la guarnición, soportando toda clase de vejamenes por aprte de sus superiores inmediatos que ahora veìan en èl, una amenaza y el otro en la enfermería con la nariz rota y mordiendo las ganas de vengarse.
Otra vez sonrió. Tal vez hoy le dijera a la vieja cacatúa de que se iba a morir, tendría que renunciar al trabajo y dedicarse a recorrer las calles otra ves buscando un nuevo empleo, pero que importaba, no necesitaba el maldito trabajo. Con la pensiòn que le dejó su padre antes de morir le bastarìa para verselas durante unos cuantos meses. Mientras se vestía, tuvo una erección. Si estuviera Andrea, le haría el amor hasta escuchar los gemidos de gata en celo, que hacía cuando alcanzaba el orgasmo.
¡Carajo! Andrea, tenía que volver a llamarla. Le gustaba como hacia el amor, era toda una profesional a pesar de sus diecinueve años. Tal vez esa noche ella lo acompañara a su apartamento y harían el amor hasta bien entrada la madrugada, cuando tuviera que llevarla a casa de una amiga, ella llamaría a su madre y le diría que estaba donde Sonia. Adoraba esa chica. Al igual que él, no le gustaban los compromisos y se dedicaba a disfrutar, sin reclamar nada, sin pedir nada.
Afanosamente buscó la cartera. Estaba semi vacia. Contenía un par de billetes de cincuenta mil pesos, tan nuevos que parecía que hubieran salido el dia anterior del banco. Tendría que retirar un poco de dinero en el cajero automático, quería llevar a Andrea a comer algo, talvez una pizza en su pizzxería preferida o a una wyskeria cercana del apartamento, a tomarsen un par de margaritas. Si ella no lo acampañaba, llamaría a Carlos e irian a un bar, coquetearian con alguna muchacha y apostarian quien se la llevaba primero a la cama.
Antes de salir se detuvo un instante para checar el correo, tal vez su novia española le habría escrito un e-mail indicandole la fecha de su proxima llegada a Colombia. Quería llevarla a Monserrete y a uno de los muchos moteles lujosos de la ciudad. Sabría que tan buenas eran las españolas para follar.
El sonido de la alarma del viejo reloj despertador que reposaba en la desvencijada mesa de noche, dejó de sonar. Se estiró perezosamente en la cama, hacía un frio del demonio. La vieja cobija, que ya no era de lana ni de nada, no lo abrigaba de nada y sentía que le dolían los huesos y la piel estaba yerta. Miró a su alrededor. El mismo viejo cuarto de paredes deslustradas, la ventana cubierta por una vieja cortina llena de huecos zurcidos toscamente, por donde se filtraba una luz mortecina que le daba un aspecto aún más deprimente a la ya deprimente estancia, los ruidos matutinos de los otros inquilinos de la posada, la destartalada puerta cuyo color no se sabía si era verde o gris, a causa de la mugre que se había impregnado en su hoja desde tiempos inmemoriales y entonces, como todas las mañanas, se dió cuenta que estaba solo, con hambre y completamente solo.
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