Pudiera decirte que te extraño, que cada noche el espacio en mi cama se hace más grande, que es un océano de preguntas, palabras y ausencias, que me hundo y despierto cada mañana bajo la cama acompañada solo de un revolver, recuerda que les tengo pavor a las navajas. Hoy pudiera decirte, que aun te anhelo, que me arrepiento de miles de dudas y errores, decirte que te pienso aun con el corazón y te razono tanto que dueles, aun dueles…poco, poquito, mucho.
Que las golondrinas invaden mi ventana nueva, que no me dejan dormir porque me recuerdan tu nombre al movimiento de sus alas, que la noche es demasiado cruel ahora que no estas, que la luna se burla de mí viéndome añorar y llorar. Que mi piel tiene aun las marcas de tus besos y la geografía que dibujaste con tus manos, que mis dedos sangran de tanto imaginarte en mi cabello y mi boca se ha secado, de pronunciarte demasiado en gerundio.
Pero no. Ya no es así, ahora puedo decir que ya no te extraño, que cada noche el espacio en mi cama es más grande para ansiar la vida, que aquel revolver lo he vendido, y de su ganancia me he comprado una pecera, donde nadan mis sueños, que ahora despierto cada mañana con una sonrisa en los ojos, que no me arrepiento de nada, porque nada fue lo mucho que te regalé sin tú pedir.
Que las golondrinas concilian mi sueño, porque son mi conciencia cantando tranquila, libre, ella misma. Que te he olvidado del corazón, y de la mente…peor, que ya no recuerdo ni de que color son tus ojos. Ahora las noches las vivo sola, acompañada a veces y ambas, las disfruto tanto que mi piel ya no tiene geografía, se deja invadir por quien decida y se reescribe cuando quiere, que las marcas de tus besos han desaparecido y bailan otros por todo mi cuerpo, que mis dedos ansían escribir, pero escribir sobre la luna entera que se refleja sobre mi cabello, largo, ondulado, castaño y con olor a dulce. Dulce compañía de la libertad de ser, de vivir y sentir sin pronunciar en pasado, presente o futuro. ¡Que sigo viva!.
Tu aroma se ha perdido y huelo a café con canela dulce, recién hecho por las mañanas. Que el humo de mi cigarro invade los espacios vacíos y me lleno de miradas, caricias y besos cuando quiero. Ahora, camino por las banquetas saltando de una a la otra, grabando mis zapatillas sin tacón sobre el asfalto, y salgo de compras por las tardes a buscar navajas porque ya no les temo.
Hoy ya no me queda nada para ti, más que un…“Gracias por dejarme ir”.
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