Camina. Camina hasta que el dedo meñique de tu pie se quede inmóvil, se vista de blanco y se vuelva morado, que la uña empiece a ahondar en la horma de tu zapato. Escuece. Que los cordones aprieten tanto que corten la circulación y que el cerebro deje de enviar señales a aquellos que ya parecen que no forman parte de ti. Tus pies. Y se dedique solo, a lo que realmente ha venido, a alejarse de una nube de polvo pegada a su chepa, que no se descuelga, que le persigue, que te persigue… Ahoga. Por fin, parece que se ha parado. Respiro. No me permito pensar, sé que vuelve y quitármela volverá a ser trabajo de pies, y estoy harta de tantos pies, de tanto andar...de llegar a caminar. Vuelo. No sé hasta dónde puedo llegar, pero sé que soy buena, muy buena. Lo toco. Sueño. No había sido lo que yo imaginaba, era mejor, me sentía bien. Plena. Y de nuevo pensé. Volvió. Otra vez estaba allí caminando con ella pegada. Desde que lo toqué, solo deseo volver hacerlo. Elevarme. Soñar de sueños me duerme, y creó que estoy dormida. Ronco. Sé que queda poco para volverlo a tocar. Despierto. Te tengo… Te pillé. |