Perdió a su hermano primero, mártir por la causa palestina, que se había inmolado en un autobús de pasajeros que cubría la ruta entre Haifa y Tel-Aviv. Dos días después, militares judíos volaron la casa que le Vió nacer. Miró su camisa, debajo de ella un pequeño interruptor que accionaría pocos minutos después la carga explosiva adosada a su
pecho. Un instante y el paraíso sería suyo. Víspera del Sabath y el mercado estaba repleto de infieles realizando sus compras. Su mirada se cruzó con la de una joven judía vendedora de naranjas. Se conocieron al instante y sus pensamientos regresaron cinco años atrás. Dos adolescentes enamorados pero separados por una bandera, por una religión. A lo lejos, soldados judíos realizaban una inspección rutinaria. Recordó las últimas palabras que le dijeron unos minutos antes: “Todos los que estén a menos de 10 metros de tí irán
a parar al infierno”.
Los soldados se acercaban. Ella también. Le
había reconocido y una amplia sonrisa de cariño y melancolía iluminó su cara.
No pudo evitarlo: "¡Corre, vete!" -Gritó. Al instante ella se percató de lo que iba a hacer. Los soldados también. Levantaron sus armas. "¡Todos al suelo!”
Gritos de mujer, una ráfaga de metralleta y una bala que atraviesa dos Corazones unidos en un abrazo. Sus labios sellados en un beso. Dos enamorados separados por una bandera, una religión que el destino se había encargado de unir para siempre.