Escucho atenta los acordes de la guitarra, eso me trae tantos recuerdos y otros tantos anhelos. Una composición de tres acordes puede significar un millón de cosas… tan sólo el sonido de una cuerda, dependiendo cual sea, trae e mi mente un recuerdo distinto. Poco a poco los espacios se van llenando con otras cuerdas, otras notas, y se va tornando exquisito, una parte de mi cabeza se ocupa de identificar los sonidos y mostrarme lo que lo que esconden en mí, el resto de lo que tengo y lo que soy se sumerge de lleno en esa magia encantadora que ahora incluye el seductor sonido de un violín… y me pierdo en la música con el corazón hinchado, y la voz tentada a formar parte de ese pequeño mundo hermoso. El pulso de mis venas sigue el ritmo del bajo que murmura con esa voz recia pero suave y delicada y un teclado de dos pisos tiene el honor de decantar sus hábiles sonidos en una introducción. Mi voz se desata en el momento indicado, sólo por el gusto de unirme a esa obra de arte, cuando todo baila en mis oídos y mi corazón. Un solo de violín que me mata y fortalece, un guiño de la guitarra, un beso del bajo, y el violín sostiene una nota cual adiós, larga y quejumbrosa, más profunda y sabia, y queda el silencio. Me despido de la guitarra, el teclado, el violín y el bajo. Digo adiós a los recuerdos, ciertos sueños, al amor y el embrujo. A la flauta traversa que es mi ilusión y que duró unos momentos en los que dejé de escribir. |