Tus ojos son como un cuento de ti, tus arrugas, surcos de historia, de dolores viejos y verdades prematuras, tus parpados, cortinas aislantes, del gélido frio de la soledad, del árido mundo que te abandona, de la húmeda y nostálgica realidad.
Los gritos que salen estruendosos de tu mirada son confusas leyendas de piel tersa y pechos firmes que resultan en vagos ecos melancólicos que no diferencian un amor marchito de sueño perdido.
Día a día tus ojos pierden el enfoque; tus cavidades, de lágrimas remotas, disipan poco a poco el recuerdo del llanto, del llanto alegre, del llanto de hambre, del llanto de película de domingo y de sábado de cabaret, el llanto de bienvenidas y despedías, el que te limpia y el que te humilla.
Han dejado de enfocar, llorar y parpadear; han olvidado retar, despreciar y consolar. Perdieron los sueños de veintes, olvidaron la madurez de treintas, los miedos de cuarentas y los dolores de cincuentas no son más que el fotograma polvoriento proyectado en la pared de fondo.
No son ojos de madre ni ojos de puta, no son de muerto o de viuda, no son ojos de desvelo, de salario mínimo, no son ojos de pendejo; No son ojos angustia, no son alegría, no son ojos de amor ni de ironía.
Olvidaron el análisis y las especulaciones, la visión nublada te entrega una más suave imagen de la realidad, te susurran al oído plegarias y canciones de funeral.
Son como un cuento de ti, fabula, mito y realidad, son tus ojos de cristal.
Jaime Carcaño.
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