No puedo respirar. Golpeo mi pecho fuertemente y nada ocurre. El aire no pasa. Me levanto de la cama agitada y aturdida. Arrastro mi cuerpo hasta el teléfono. Marco el número de emergencias. No puedo responder. Mi única oportunidad de sobrevivir se esfuma. El baño está lejos. Lloro desesperadamente y lo empeoro todo. Mal momento elegí para enfermarme. Sofía llora conmigo y lame mi cara. Sus ladridos han alertado a mis vecinos. Tocan la puerta. Los ladridos y llantos de Sofía se intensifican. No puedo más. Rompen las ventanas y entran. Siento mi cuerpo rígido. Los miro enajenada. Es tarde para mí. Mientras me llevan puedo sentir como se me va la vida. Trato de aferrarme a ella pero ya no puedo…
Recibo la mañana con una profunda inspiración. El olor a hospital me es conocido. Por un momento solo me concentro en respirar. Me embriaga el aire llenando mis pulmones. ¡Maldito asma! Duermo con el enemigo. A veces pienso que en otra vida debo haber sido verdugo, por eso Dios me castiga haciéndome sentir lo que padecen los ahorcados. En fin, todo vuelve a la normalidad, en unas horas podré regresar a casa y besar a mi Sofía, mi dulce salvadora.