La luz entraba tímidamente por el vidrio roto de la puerta oxidada. En un rincón de aquel pequeño cuarto, completamente ebrio, Arcángel, soñaba que estaba frente al mar y que en una pequeña barca a escaso metros, lo esperaba Sagrario; con su cabello suelto, y su vestido blanco con flores azules. En el sueño, Arcángel, era consiente de que no sabia nadar, sin embargo dio el primer paso hacia ella, y el agua mojo sus pies mientras se hundía en la arena. En el segundo paso se enterró en los dedos una estrella de mar, que le produjo un dolor que le subió por la pantorrilla, la pierna, y se instado en su vientre. Cuando dio el tercer y cuarto paso, vio moverse los labios de Sagrario diciéndole que se aventara. El no escucho nada pero conocía muy bien el movimiento de sos labios, y podía saber lo que querían aun sin escucharlos. Así que el quinto paso no llego. Se lanzo sobre las olas que lo empaparon de pies a cabeza. Bajo el agua, sintió el sabor de la sal hasta la garganta y el ardor en los ojos, y la arena en el pecho. Cuando saco la cabeza y extendió los brazos para sujetarse de la barca, su dedos se abrieron y cerraron en la nada. Y entonces despertó. Con los pantalones mojados y las temblorosas manos en el aire. En al patio de la vecindad los niños gritaban y reían, mientras Arcángel se reacomodaba en el piso, cubierto por la tímida luz del vidrio roto, como iluminado por el reflector de un escenario que quiere mostrar al mundo que se puede estar muerto, y vivir solo en un sueño.