El polvo en la ventana le resguardaba de las miradas de los transeúntes. Desde el tercer piso de aquel viejo edificio veía pasar personas apresuradas por la vida. Enpeso por seguir el caminar de las chicas que salían del colegio. Sus faldas a cuadros y sus blusas blancas cubriendo los erguidos pechos lo hipnotizaban de una acera a otra. Las veía reír, tomarse de las manos y balancearse al caminar en grupos. Estuvo así más de 20 minutos, viendo a las chicas que salían y que entraban en aquella escuela. Pero de repente algo atrajo su atención; en la esquina del video club dos hombres vestidos muy elegante platicaban sospechosamente, y abrían y cerraban la puerta de un coche sin placas. Los hombres de corbata fumaban y conversaban con cierto aire de impaciencia. Desde la ventana los ojos chiquitos de aquel hombre trataban de observar cada movimiento. Las manos, los pies, las bolsas del saco; Todo era visto con tanto cuidado. El sabia que algo raro ocurría, y el no podía perder detalle de nada. Paso más de quince minutos observándolos cuando el hombre de la corbata color vino apresurado entro al automóvil y lo encendió. Mientras su compañero, sacaba de la bolsa interna de su saco una pistola escuadra. En cuestión de segundos un auto blanco se estacionaba en la contra esquina del video club. El hombre de la ventana tuvo que pegar su rostro al vidrio para poder ver mejor. Cuando el hombre del coche blanco bajo, se escucho un disparo, se escucho un portazo, y aun coche arranco. Tirado en el suelo el cuerpo de un hombre de mediana edad escupía sangre y convulsionaba. Nadie vio nada; ni un auto, ni un sospechoso, nada. El hombre de la ventana dio un paso atrás, se sentó en el borde de la cama, suspiro y se dejo caer sobre las almohadas. Así estuvo, viendo el techo de su cuarto, mientras escuchaba el sonido de las ambulancias y el bullicio de la calle, hasta que se quedo durmiendo y soño que disparaba desde su ventana, con una pistola escudra que daba muerte a un desconocido.