La Cima
Me encontraba muy alto, casi en la cima, sólo otro esfuerzo y lograría llegar. ¿Qué me encontraría allí? No lograba divisar qué clase de mundo existía allá arriba, sólo me imaginaba y fantaseaba con mirar a todo el mundo desde las alturas, jugaba a ser superior al resto.
De pronto uno de mis pies perdió apoyo y comencé a perder el equilibrio, me tambaleé de lado a lado un par de veces. Juro que escuché las burlas de los que estaban abajo, aquellos que, al igual que yo, pasaban todo el día mirando hacia arriba, fantaseando también con una nueva vida en las alturas. Volteé mi cabeza y miré hacia abajo por primera vez en muchos años. Sentí miedo, y el vértigo me hizo caer. Intenté desesperado aferrarme con lo que pudiera para evitar la caída, pero me fue imposible. Miré casi sin esperanzas a mi alrededor en busca de alguna mano que me socorriera, pero ya sabía que nadie se arriesgaría por mí. Recordaba a los muchos que yo mismo había visto caer, y cómo escondía mis manos y miraba en otra dirección para evitar ver el miedo en sus rostros.
Mientras caía observaba los lugares por los que alguna vez pasé. Recordaba buenos momentos vividos en algunos de ellos, mientras más abajo me encontraba, esos buenos recuerdos aumentaban. ¿Por qué los había olvidado? ¿Por qué no los había repetido?
Mis pies casi no tocaron el fondo cuando me encontraba otra vez subiendo raudamente, producto de un fuerte rebote. Otra vez estaba acercándome a la cima, otra vez me olvidé de los buenos recuerdos que dejaba allá abajo. Esta vez alcancé a aferrarme al borde la cima, no me dejaría caer. Usé mis últimas fuerzas para subir todo mi cuerpo, creo que hasta empujé a alguien hacia el abismo mientras lo intentaba.
Terminé tendido, boca abajo, recuperando fuerzas para girar mi cabeza, dispuesto a mirar al mundo inferior, esperando que todos me mirasen hacia arriba. Todo eso lo vi, más aún, creo que durante algunos segundos lo disfruté, pero al terminar de girar mi cabeza para mirar hacia abajo por la ladera opuesta, sólo me encontré con un nuevo muro, más alto y más difícil que el que acababa de subir. La desilusión estaba por apoderarse de mí, cuando recordé los buenos momentos de allá abajo.
Giré y salté hacia abajo por ladera por la que recién había subido. Esperaba que el rebote esta vez fuera lo suficientemente débil como para dejarme tranquilo en alguno de los lugares que mejores recuerdos me traían.
Jota |