Intentaba funcionar cuando miraba, las vidas ajetreadas de los otros frente a mí, pasar. Un día dejé de caminar, de andar indicando a los demás si debían apurarse o relajarse un rato, si era hora de marchar, o de tomarse un descanso, gritaba hasta hacerles reaccionar cada mañana mientras lerdos se abstraían de mi vigilante mirada: apúrense holgazanes labregones pensé más de una vez, ¿qué hacen que no reaccionan???

Deje de emocionarme al verle llegar, tan linda que me alteraba todo, y mis manos dejaron de moverse un buen día en que ya no vino, mi corazón se detuvo cuando tarde me dí cuenta de que lo había acelerado todo, y un día no volvió más, para verme por breves instantes y reclamarme, o mirando su mano pensar si todo iba bien…

Frío como siempre, e impasible me mantuve, viendo su ausencia desde la misma absurda pared de siempre… Atentamente: el reloj.