A veces parece que la vida se ensañara con nosotros. En dos meses se ha ido de mi vida una persona que amaba profundamente, se fue de mi vida y de la de los demás, se fue del mundo, ya no le veremos. Y para completarla, te pierdo a ti. Mi mejor amigo, mi alma matter, mi medio corazón... ¿Pueden acaso ser peores las cosas? Dicen que la vida aprieta pero no ahorca (en realidad es más teológica la frase, pero me resisto a usarla literalmente). Es una burda mentira, a mi la vida me ha ahorcado ya unas pocas veces, uno se muere, se le muere el alma, se le secan las lágrimas y va vegetando la vida un tiempo o siempre. Luego nos asombramos con la ilusión y la magia de un ave fénix... siendo que no hay mayores avez fénix que los seres humanos... nada más, puede morir tan profundamente como nosotros, a veces de golpe, otras veces lentamente, hasta que nada queda dentro nuestro. Las ilusiones, la alegría, el deseo, todo desaparece y no hay retorno. Y poco después volvemos a nacer... y sí, somos diferentes. Somos diferentes porque hemos renacido. Lamentablemente cuando se muere de dolor y pena... uno renace más triste, más desconfiado, menos ilusionado. Y a lo largo de nuestra existencia... ¡¡¡morimos tantas veces!!! Y yo mi niño, me he muerto de nuevo. Nunca pensé que algo pudiera separarnos, siempre he creído que la vejez nos encontraría juntos, de una u otra manera, pero cerca. Y hoy me duele tu silencio, tu enfado, me duele tu dolor. Se me caen las ganas de verme, se me pierden las horas que pasaba contigo, no encuentro la sonrisa de tus labios que tanto me conmueven... y el viento se escarcha en mis pestañas en pleno verano... y el río ha dejado de pasar cerca de casa, y los gorriones ya no se posan en el árbol que se ve desde mi ventana. Mis papeles escriben tu nombre con mi letra, esperando que se acabe la discordia, que vuelvas a mirarme... y que pueda robarte una sonrisa, de esas que me hacen renacer, como si no hubiera muerto...
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