El camino de los amantes, con nuestros dedos entrelazados,
tratando de esquivar la espuma salada, como un juego.
Dejamos una huella que sabemos será borrada,
quizás para que otros enamorados descubran como nosotros,
lo tierno que es perderse en las costas del amor.
Acá el sol nace en ese límite de mar y cielo, casi irreal
y tu corazón primero se agita, para luego serenarse
hasta casi detenerse, extasiado por tanta belleza.
Todo el mundo se detiene en un suspiro, extático,
mientras nuestros labios se acarician gentilmente.
Así podríamos estar, detenidos en el tiempo de la realidad
reconociendo nuestros cuerpos, mutuamente.
Finalmente la marea se encarga de pillarnos
y nos recuerda que debemos seguir caminando,
como amantes, con nuestros dedos entrelazados.

Dedicado a Marcela