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Inicio / Cuenteros Locales / tigaro / ¡RAJÁ, BEBE, RAJÁ!

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La película de nuestra vida solo podemos verla en el cine de la memoria, y aunque mecanismos inconscientes quitan y agregan, allí quedan salvados, en misteriosa selección, episodios que tienen en nuestro destino un influjo y trascendencia que la mayor parte del tiempo ignoramos.
Como todos los barrios, el nuestro tenía sus personajes: la cucufata, el problemático, la coscolina y la chismosa; pero los roles de carismático, poeta y borracho, los encarnaba una sola persona. No diré su nombre pero sí, que tenía dos hijas pequeñas, una esposa bellísima que lo adoraba y, en las paredes de su casa modestísima, una biblioteca maravillosa a la que tuve acceso desde los inicios de mi adolescencia hasta el día en que me fuí de mi patria adonde no he vuelto más. Los muchachos de entonces lo llamábamos poeta. Se acercaba a uno con los brazos extendidos recitando unos versos no sé si propios o ajenos, pero resonantes y eufónicos como los del Siglo de Oro español. De esas declamaciones temblorosas mi memoria ha guardado solo un verso: "Ilustre caballero de la capa dorada..." Pero el que mi dirección electrónica sea precisamente, y desde hace varios años, capadorada@... Dice mucho de mi gratitud y de mi añoranza por los años felices. Le gustaba cantar y cada vez que podía se acercaba a los guitarristas de la esquina que eran mis primos y unos amigos y, respetuoso, solemne y sin preámbulo poético anunciaba por ejemplo que, ¡tal canción la canto en Re Mayor! Escuchaba con atención, asentía cuando identificaba la nota, y se echaba a cantar con esa voz gastada por la mala noche perpetua de su vida, cantaba distinto pero bien, con la cadencia inesperada del trovador clandestino... con la mirada fija en el pasado.
Los jóvenes lo queríamos y las personas mayores, de cuyo ámbito se autoexcluyó, le devolvían las cortesías que este borrachito de palabra glamorosa y andar zigzagueante les dispensaba. Nunca tuvo un problema con nadie, por eso me sorprende tanto enterarme de que, en el patio común de sus casas contiguas, hace unos días le asestó tres cuchilladas infructuosas a César, nadie sabe a ciencia cierta la razón, pero sospecho que algo tiene que ver con alguna de sus cinco nietas y la mano demasiado larga de este desertor de la policía a quien nadie quería. Esta noticia triste me ha hecho recordar, paradojas de la vida, una comedia argentina muy divertida cuya frase culminante era: ¡Rajá bebe, rajá! Se trataba de un mujeriego que induce a su amigo de la infancia a dejar la vida matrimonial para dedicarse a disfrutar, como él, de los placeres del mundo. Luego, artilugios femeninos y trampas sociales lo van llevando a él mismo hacia el altar, frente al cuál, en el suspenso mortal que le sigue a la pregunta crucial, el amigo redimido trata de salvarlo pronunciando la frase citada. La vi en casa de mi primo, yo habia cumplido doce años la semana anterior y el pleno de la banda decidió que ya podía ser admitido, sin derecho a trago, en esa cofradía de músicos contumaces. De aquella noche tengo el recuerdo de tres películas: una de mí mismo, torpe y feliz en la iniciación de mi vida bohemia, tan puro y remoto que casi no me reconozco; otra, de la comedia inolvidable cuyo título no puedo recordar, (que alguien me lo diga, por favor); y otra, ahora la más emocional, la del poeta que convulsionaba con su carcajada afónica de borracho discreto, su abrigo negro y su bigotazo, secándose, con un pañuelo arrugado y percudido, las lágrimas que no caían hacia abajo, sino que se deslizaban horizontalmente por entre los surcos profundos de sus patas de gallo. En los días posteriores a la película, cada vez que lo veía le gritaba ¡rajá poeta, rajá! y escapábamos corriendo, muertos de la risa... Sí, el contraste del recuerdo feliz con la crueldad del presente, hace más terrible la nostalgia.


Los Angeles, 26 de Diciembre del 2008

Texto agregado el 04-01-2009, y leído por 187 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-02-2009 ahhh los recuerdos son nuestras anclas de identidad.. un abrazo, bella redacción sendero
04-01-2009 Excelente texto. Conmovedor. Muy bien escrito. susana-del-rosal
 
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