Con todas su fuerzas cada noche deseó que la muerte llegara.
Cada respiro, cada palabra, cada vez que cerraba los ojos
era una suplica a la noche a que viniera a exterminar sus tristezas.
Pero ella no lo escuchaba.
Y entonces se hizo viejo. Sus ojos y su piel se marchitaron.
Ya no esperaba a la muerte. Ya había comprendido.
Ella estuvo siempre con él, desde aquella primera vez que la llamó
hace novecientos años.
Texto agregado el 04-01-2009, y leído por 187
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Lectores Opinan
16-11-2009
Solo faltó firmar: Matusalen. Muy bueno, felicitaciones koinonia
27-10-2009
muy bueno¡!***** pajaro_azul
05-05-2009
sí, la muerte llega para quienes están bién vivos... Noc