Paré en un negocio del Paseo Ahumada y compré un camioncito rojo, pedí a la vendedora que lo envolviera en papel de regalo, me preguntó si era para mi hijo – Sí – respondí sonriendo – Hoy es su cumpleaños...

Luego partí, abrí el regalo, elevé el camión al cielo y saludé a Felipe que hoy cumpliría doce años si ella no le hubiese hecho caso a su madre, a su amiga, al que dirán; hoy, lo abrazaría si ella no hubiese entrado a aquella clínica, rompiendo su cuerpecito no nato de tres meses en pedazos y mi alma para la eternidad...