Hundiendo sus pies en la cálida arena, corrió en busca de un amigo muy especial, un caballito de mar; con él mantenía amenos diálogos.

— ¡Mira! Esa señora muy linda y simpática, es mi mamá y ese señor alto y corpulento, es mi papá, — exclamó el chiquillo con orgullo.
—Yo sólo tengo muchos hermanitos— respondió el hipocampo.
—¿No tienes padres?
— No los conozco, mi madre se fue después de depositar los huevos en la bolsa de mi papá y cuando él quedó embarazado...
— jajajaja, tu mamá habrá quedado embarazada, ¿ te estás burlando de mí?
— ¡Oh! ¡No! ¡Tú eres mi amigo! —respondió el hipocampo — en nuestra especie, los machos engendran a las crías y cuando nacen, los dejan y se van, por eso no conozco a mis padres.
El chiquillo se despidió de su amigo, fue en busca de su padre y acariciándole su abultado estómago, le preguntó, — Papá, ¿ tú estás embarazado?