CAPITULO 13

El va y ven rítmico entre las piernas y aquel olor que le encantaba; sudor, mugre y hormonas masculinas. El resuello estampándosele en la cara y los besos brutos colocados en cualquier lugar, aquellas manasas tocándola por todos lados; primero yendo a sus senos y estrujándoselos mas que acariciándolos, el dedo índice haciéndole círculos en los pezones y ella sintiendo aquel enorme miembro entre sus entrañas tan agradablemente calido, duro; entrando saliendo y haciéndole gozar como jamás soñó sentir, sin palabras solo embestidas y ahora viene una más dura más brusca y ella casi gritando de dolor-placer y disfrutando de que aquel animal le embistiera de aquella forma sin caricias tiernas, sin palabras dulces y apretándole las nalgas con las manos ásperas que la hacen enloquecer y sentir que se quiere morir en aquel instante único de placer. Tener todo lo que deseo en aquel momento. Aquel bruto respirándole en la cara con su aliento de toro y al fin bañándola en su intimidad con aquel chorro caliente que le quema y le lleva a saber que es la máxima expresión de sensualidad que un hombre le puede regalar y por eso volviendo a encumbrarse al climas máximo por tercera vez y él la nalguea a placer para decirle que ha llegado al monte máximo del clímax.

Esta tirada de espaldas cuando quiere mirarlo se le confunde el rostro de su amante con el de su padre y de pronto se revuelven los sentimientos, los cuerpos y los humores que son afrodisíacos para ella y que aunque la excitan se encuentra confundida pues nuevamente ve a su padre, esa imagen de la cual pensó estar curada y se despierta bañada en sudor y líquidos íntimos, además asustada llorando y entre su confusión, de forma automática se pone de rodillas y comienza a rezar la magnifica. Esta en un callejón sin salida de confusiones aun se encuentra dormida y tiembla no sabe que ha sido aquello…

Glorifica mi alma al Señor
y mi espíritu se llena de gozo,
al contemplar la bondad de Dios mi Salvador.
Porque ha puesto la mirada
en la humilde sierva suya
y ved aquí el motivo porque me tendrán por dichosa
y feliz todas las generaciones.
Pues ha hecho en mi favor
cosas grandes y maravillosas,
El, que es Todopoderoso
y en su nombre infinitamente santo,
cuya misericordia se extiende
de generación en generación,
a todos cuantos le temen.
Extendió el brazo de su poder,
disipo el orgullo de los soberbios,
trastornando sus designios.
Desposeyó a los poderosos
y elevó a los humildes.
A los necesitados los llenó de bienes
y a los ricos los dejó sin cosa alguna.
Exaltó a Israel su siervo acordándose de él
por su gran misericordia y bondad.
Así como lo había prometido
a nuestro padre Abraham
y a toda su descendencia
por los siglos de los siglos.
Amen.

La rezó en automático y aquel sudor frió pegajoso la hacia tiritar, no sabia que había sido eso, pensó que estaba pagando por haber abandonado a dios y haberle dedicado tanto tiempo al pensamiento mundano de aquél hombre que ocupaba su vida ¿pero lo de su padre por que había sido?, tal vez por que había olvidado rezar oraciones para que dejar en paz su alma. Soledad se encontraba muy angustiada, confundida y llena de temor de ir al infierno por los deslices que se había permitido hasta ese día.

Se baño con agua helada, era finales de octubre y ya el invierno se asomaba, aquel gélido liquido ayudo para mitigar su fuego interno y se dirigió presurosa a misa de seis de la mañana para rogarle a dios perdón por el descuido y la arrogancia de dedicarse solo a la mundaneidad y olvidarse de su principal objetivo en la vida: “dedicarse al señor”

Al final del rito eclesiástico se dirigió al confesionario para desahogar sus penas con aquel viejo conocido el padre Atanasio Monjaraz.

--Hija no te quiero reprochar nada pero el alcalde de la penitenciaria me contó algo que no pude creer; me dijo que provocaste una agresión al medico de la cárcel y que por tu culpa casi matan al pobre doctor que incitaste a un preso para que atacará al galeno y que tuvieron que pedirte que salieras del lugar, es de no creerse tal conducta hija, dime quisiera escuchar de ti ¿Qué fue lo que sucedió? –dijo el padre Atanasio angustiado.

--Hay padre de que le sirve que le diga que todas esas cosas que le dijeron son mentiras, solo le puedo decir una cosa; a los desamparados, a los humildes a la gente de abajo siempre nos juzgan de malos y es más fácil encontrarnos defectos y maldades, el alcalde jamás diría lo contrario, nunca le iba a decir que el doctor fue el provocador y el culpable y que el preso que supuestamente fue el agresor lo único que hizo fue defenderme de un tipo que escudado en un titulo siente con derecho de ser mi dueño –dijo Soledad afligida.

Se quedaron conversando por largo rato entre confesión y plática de antiguos conocidos. Soledad seguía perdida en su confusión de lo que quería, deseaba y lo que le estaba permitido por una conciencia forjada a fuego y sangre bajo aquella religión opresora y tatuada hasta el cansancio en su conciencia.