Siempre fue escasa, pero nunca antes como ahora. Quizá el hambre acumulada durante tantos años, generaciones. No obstante nuestro miedo, abandonamos nuestras casas, traspasamos las puertas, las rejas de las calles, los retenes y salimos a buscarla. Como si un impulso genético exigiera saciar su ansia. Sin grandes convocatorias ni redoblar de campanas. El ambiente no es lo festivo que suelen ser las multitudes. Aquí una mujer lleva tatuado el pecho y otra a su lado arrastra su alma mientras sus pies apenas obedecen. Muchos más solo avanzamos mirándonos unos a otros, preguntándonos sin esperar respuestas. No al menos esta noche. La lluvia no deja de amedrentar. El viento frío apenas hace estragos entre los más viejos. Niños no hubo. se quedaron unos a buen recaudo y otros que ya no están. No al menos esta noche. Lagrimas si hay. Algunas llevan ya meses esparcidas sobre el asfalto, otras más recientes todavía conservan la sal y la esperanza. Aquí ya no hay privilegios, todos por igual arrastramos nuestro orgullo hasta ponerlo a ras de nuestro miedo. Allá un hombre lleva a la espalda el peso de dos muertos. Aquí, alguien intenta en vano prender una pequeña luz. Otros, muchos otros, poco a poco van logrando que la penumbra ceda ante la ciudad iluminada.