24 de Diciembre de 2008, llegó otra Nochebuena más, y mañana Navidad.
Esta la celebramos en un año en el que tenemos un empacho mundial de crisis. Hay crisis en casi todos los sectores que producen los artículos de consumo al que la gran mayoría de la población mundial somos adictos, unos en mayor medida que otros, pero a todos nos afecta de una manera u otra.
Da verdadero pavor mirar las noticias de cualquier noticiero en cualquier esquina del mundo, como podemos comprobar los que tenemos acceso a entenderlas en varios idiomas. Desde Asia, el Pacífico, y hasta África, pasando por los poderosos USA y sin olvidarnos de Europa, que asisten impávidas al deterioro de todas sus instituciones desbordadas por el caos que la susodicha crisis está provocando en la población. Por supuesto, siempre es la población más pudiente la que a ellos les preocupa en verdad, pues los pobres seguiremos sufriéndola otro año más.
Claro que los pobres no son iguales en todo el mundo, y pasa como con los terremotos, se miden en niveles. Así tendríamos los de la escala máxima, que serían los afectados de la hambruna en África, a quienes la crisis sólo les afecta en que su muerte se produce de manera más rápida. La lentitud de las ayudas debido al encarecimiento del petróleo también les afecta de manera directa, aunque no hayan usado un vehículo en sus vidas.
Los países asiáticos, aunque no todos, y a los del bloque latinoamericano, los situaremos en el nivel medio, ya que están afectados de diversas maneras. No es la misma crisis para un birmano que para uno de Singapur, por poner un ejemplo, como no será la misma para un señor mejicano que para, por ejemplo, un cubano, que lleva irremediablemente sufriendo una crisis continua desde hace cincuenta años. En este país, Cuba, la crisis ha venido bien, pues así tienen aún otro motivo más para engañar al pueblo, achacando la culpa, como siempre al “gran enemigo capitalista”, que no deja de ser el pueblo americano, al que una vez más colgarán el delito de la escasez de alimentos y artículos en la isla, mientras que sus dirigentes disfrutarán, también como siempre, de una falsa Navidad que compartirán, por supuesto, no sólo con los suyos, sino con todos aquellos que les proveen de la ayuda necesaria para seguir controlando a una población que vive sumergida en una auténtica pobreza, conseguida sin ayuda de ninguna crisis externa, sino con el más férreo control ejercido sobre las mentes y cuerpos de sus ciudadanos.
A nosotros, los americanos, europeos y sucedáneos, nos sitúan en el nivel más bajo de pobreza, ya que nos proveen con métodos disimulados de la misma, y así, ya nos las ingeniaremos para inventar un nuevo método de comernos los polvorones, o encontraremos un sustituto del pavo y del marisco. Unos nos endeudaremos un poquito más con las tarjetas de plástico, ¡a los que aún les quede alguna vigente!, y los que se encuentren peor, acudirán a algunos de los comedores de Caritas o de otra institución de acogida a los más desahuciados, mientras que los que vivan en ciudades grandes, como la de Santiago de Compostela, donde siempre aparecen gentes más solidarias durante estos días, podrán ir a comer a ese restaurante que vuelve a invitar, otro año más, a una cena gratis de Nochebuena para cincuenta o sesenta pobres, incondicionales de esta tradición, al más puro estilo del buen samaritano.
Y así, por una noche, y por unas horas, algunos olvidaremos que los señores que gobiernan el mundo o lo han gobernado, sí disfrutaran de una verdadera Navidad, donde el rojo vestuario de Papa Noel y su larga barba blanca, abrigarán con un falso calor las frías almas de todos aquellos que han dejado y conseguido que la población de más de medio mundo logre pasar hambre en una noche tan señalada.