| Fuiste princesa de una casa bien;la unigénita mimada y consentida
 de una familia adinerada;
 todos tus sueños e ilusiones
 al segundo eran complacidos
 sin, ni siquiera, mirar su precio;
 pero tu te sentias prisionera
 encerrada en tu preciosa jaula
 de oro, esmeraldas y diamantes.
 Un día quisiste probar algo nuevo
 que te hicierá alcanzar esa Libertad
 que tu tanto estabas ansiando;
 y, pensaste, que lo había encontrado
 al sentir como un loco Caballo con Alas
 galopaba, desbocado, por tus venas.
 El te elevó hasta el cielo,
 te hizo besar las estrellas
 llevandote a su paraiso;
 pero noi quisiste darte cuenta
 de que solo era un espejismo
 y te precipitaste al vacio.
 Balada para una gaviota
 que, buscando Libertad,
 dejó comodidades y riqueza
 para mendigar en una esquina.
 Cuando, al final, descubriste
 que, en realidad, te esclavizaba
 quisiste dar marcha atrás;
 pero tu billete había caducado
 y, con las venas quemadas,
 no podís volver al camino;
 estabas al borde del abismo
 y, con los ojos vendados,
 caminabas hacía tu fin.
 Ya todo cambio para ti;
 pues solo podías subsistir
 pendiente del proximo Pico;
 eras una marioneta sin cuerdas,
 una barquichuela que zozobra
 acosada  por la fuerza del temporal.
 Y, una noche, te pasaste,
 te metiste más de la cuenta
 y, a tu vida, le pusiste punto y final
 en un solitario y lóbrego callejón
 con la jeringuilla tatuada en el brazo
 y, el alma, cabalgando entre nubes
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