Siento verguenza
de mis pobres versos.
Estos hijos débiles
de carnes impávidas.
De rostros quietos,
de mezquinas manos,
que no riman ni consienten ,
en deliciosos cantares
a los que se detienen
a leer sus signos.
A escuchar sus pasos.
Ya ni huellas dejan
en sus ocasos...
Y me siento a esperar
a que maduren los frutos,
los que sin querer
caen a la tierra seca.
Y se vuelve madrastra
la siniestra espera,
indiferente a la gesta
de llantos y silencios
que se libra en mi alma.
Y siento verguenza
de mi paso lento...
de mi andar descalza
los caminos de mi mal destino...
Texto agregado el 01-01-2009, y leído por 324
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