Al despertar de mi sueño de paseo de bus, ese que se genera por el movimiento arrullador de las frenadas bruscas, los pitos y los mofles dañados, retiré mi rostro de la ventanilla de emergencia, que tenía rasgada la calcomanía de unas manos abiertas, indicando que esta era la salida de emergencia... la verdad no creo que sea una salida de emergencia, se veía como las otras ventanas, era de abrir, nunca creas lo que lees.
Cuando reaccioné a ver donde estaba, ví que a mi lado había alguien, lo cual de por si es muy extraño, muchos prefieren estar de pie antes que sentarse a mi lado, sino que además era una mujer, para hacerlo aún más extraño, una mujer hermosa. Yo creyendo que aun seguía dormido, o que al menos era tan solo mi impresión de que fuese hermosa, decidí mirarla fijamente a los ojos, hasta que el resto de ella dejase de ser una imagen borrosa, eran de un color ocre, casi cobrizo y brillante, tenía las ojeras más bien marcadas, una expresión de cansancio e incomodidad, que tal vez se debía a que un absoluto desconocido la estuviese examinando de la forma en que yo lo hacía. Su nariz era ligeramente aguileña, con marcas de haber sufrido de acné en la adolescencia.
Bajé la mirada por un momento mientras terminaba de derrotar mi pereza y mis deseos de dormir, al subirla otra vez, vi sus manos, pequeñas, con dedos sin líneas muy marcadas, una de esas aberraciones que conforman en conjunto parte de mi concepto de algo hermoso, las tenía como si rezara, con los dedos entrelazados, tal vez ya estaba nerviosa, cualquier persona normal lo haría si fuese examinada por un manojo de huesos, tendones y nervios como lo soy yo, con los minúsculos ojos recorriendo cada línea de sus manos, me dí cuenta que tenía las uñas sucias, decidí observar sus piernas, 3 pequeñas hendiduras en las medias, era cajera de algo, posiblemente un banco. Por un momento me distraje imaginándola sonriendo a la gente de manera hipócrita, contando los segundos antes de salir y subir a este puerco bus, me pareció una escena muy, muy hermosa, realmente debía verse bella detrás de un mostrador...
Decidí mirar su cabello, con mi cabeza siempre hacia abajo, no había sabido hasta ese momento de que color era su cabello: Castaño, con puntas rojizas y brillos rubios, me atraía mucho su cabello, quería tocarlo, como al resto de ella, pero me detenía la forma anatómica de la silla que había dormido mi brazo derecho, sentía casi imposible mi conexión con ella, la más mínima comunicación me era imposible, las palabras no fluían de mi boca, parece que no tengo futuro como hablador, en mi mente miles de frases cruzaban de una neurona a la otra, cientas de estas podían servir para iniciar una conversación, cuando reuní la fuerza necesaria para decir una de estas, dije:
¿Puedes darme un permiso? Me voy a bajar aquí. |