Eran las seis de la mañana, no es que la hora importe, importa más el porqué me desperté con esas ansias inmensas de llamarlo. Sólo unas horas atrás nos habíamos dicho adiós, pasamos el día juntos y ahora estoy aquí, al borde de mi cama, celular en mano y unas ansias inmensas de escuchar su voz ¿Debería llamarlo? ¿Y decirle qué? No, mejor no.
Vuelvo a recostarme y me rio para mí mismo recordando los chistes que contamos para sofocar nuestros deseos… Y de nuevo me rio.
Aquella noche no pude conciliar el sueño, o el sueño no pudo conciliarme, a esas alturas al borde de cafeína y tabaco los detalles no importaban. Y fumé un tercer cigarro, sentía su aroma más cerca de lo que había estado, tal vez por eso seguí fumando. Había ya repasado nuestra corta historia por más de dos horas y el frío invierno anunciaba un poco de claridad. Me levanté y guié mis pasos a la ducha, recorría mi cuerpo como si lo hiciera él ¿Era éste acaso el comienzo de una historia de amor o la continuación de aquellas antiguas Crónicas del deseo? Preguntas sin respuesta y el vapor que confundía mi mente me hicieron salir de la ducha antes de lo esperado.
Era domingo según recuerdo, nada especial qué hacer y esta ansiedad que me perseguía incesantemente. Tomé por segunda vez el celular, busqué su nombre: Toño. Pude llamarlo, todo era propicio, no era ya tan temprano y podía inventar algún buen pretexto que nos guiara a una cita, una de amigos como las de siempre, sin embargo no lo hice. Dejé el celular a un lado y tomé el último cigarro de aquella cajetilla, mi deseo según mis creencias y las suyas. Lo encendía y éste encendió también mi celular que al parecer anunciaba una llamada entrante ¿Era él?
A veces como autor lamento no satisfacer al lector con relatos de lo evidente, así que en esta ocasión la llamada no sería de él. Después de contestar y unas cuentas buenas nuevas, salí al balcón, mi piel semidesnuda se erizaba con la escasa calidez de la estación… Y entonces recordé de nuevo. No nuestra historia, sino nuestro encuentro, nuestro primer encuentro y llamada de atención al destino en el cuál había dejado de creer.
Él siempre había estado ahí, recuerdo haberlo visto, pero no lo miré sino hasta hace unas semanas atrás. Aquella silueta que me había perseguido en sueños se revelaba completamente ante mis ojos como buscando ser reconocida, como si él hubiera reconocido la mía. En ese entonces un simple ‘Hola’ encendió la llama que se había apagado tres años atrás, después de aquél accidente…
Necesitaba seguir fumando, y aquella necesidad me hizo arroparme y salir desesperado a conseguirlos. Media hora más tarde, esa misma necesidad se había vuelto una sensación amarga en mi boca, como si fuera un beso fallido que nunca di. Es extraño cuando piensas las cosas en función de lo que nunca fue. Es como escribir una historia que no haya sido parte de tu vida. Y entonces, en aquel preámbulo me pregunté a mí mismo ¿Qué tanto de mí se encuentra en estas letras? ¿Por qué escribir lo que se puede meditar con un poco de café y tabaco? ¿Qué espero como autor después de pasar el primer capítulo de la historia? Tal vez no sabría qué hacer después de aquel ‘primer capítulo’, tal vez y sólo tal vez esa sea la razón de que aún siga en el Capítulo Cero.
Regresé a mi cama y encendí el televisor, me encontré de nuevo con aquel antiguo programa que veía a lado de mi hermano los domingos por la mañana. Sentí que me devolvían un poco de inocencia, como si volviera a ser ese niño que no pensaba en el amor, aquel niño que no se imaginaba se entregaría al deseo. Estaba tan cómodo, que sólo me faltaba él…
El día y la noche pasaron en un ir y venir, cuando me di cuenta ya era lunes por la mañana. Misma rutina, una ducha llena de deseos y preguntas sin respuesta para acabar con aquel cigarro matutino. Al salir de mi casa sentí el aroma a tabaco en mi ropa de nuevo, pero esta vez no era el mío, era el de él que me esperaba fuera de mi casa para llegar juntos a la escuela.
¿De qué hablamos en el camino? De muchas cosas que sería aburrido relatar y que es mejor tener la oportunidad de vivir… Éramos como los mejores amigos, lamentablemente el término ‘amigos’ no satisfacía ni cumplía mi objetivo en esta historia ¿Cómo conviertes esa palmada en la espalda en un abrazo o aquél saludo de mano en un beso robado? ¿Cómo transformas a tu amigo en tu amante?
Y sigo escribiendo, y mientras escribo fumo, mientras fumo pienso, lo que pienso lo recuerdo y lo que recuerdo lo escribo… Por eso sigo escribiendo. Trato de hablar de él como si fuera el mejor motivo que conozco en esta historia, tratando de evadir mi primer pensamiento sobre el autor y el protagonista escritos en el Preámbulo. Advierto al lector un poco tarde que soy un escritor un tanto difícil de entender y que escribo de vestigios que ya he escrito o de emociones que ya he vivido. Ruego su compresión y atiendo a sus preguntas.
Pienso en él y decidí enamorarme de él, y digo ‘decidir’ desde mi rol de autor, pues así tomo las riendas de mi historia para no olvidar el final. Y he aquí otro pensamiento que no tiene cabida en esta historia, el pensamiento de un autor al que lo le gustaría que sus letras fueran traducidas. Mis letras son mis emociones en blanco y negro. El traductor, aún el más efectivo, pondría un poco de él en su labor creativa, sería como una nueva mezcla de emociones que no resultaría ni en las suyas ni en las mías.
¿Cómo hablaría un traductor de Toño?¿En qué idioma se podría traducir la emoción que él me haría sentir? Una tercera parte de la historia me ayudaría a pensar en ello… Toño y yo seguimos hablando camino a la escuela..
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