El Centro Comercial había quedado en penumbra, sólo las claraboyas y los respiraderos proporcionaban un atisbo de luminiscencia.
Nadie sabía qué iba a pasar, pero la sensación de que iban a producirse acontecimientos inesperados flotaba en el ambiente. No se sabía si agradables o, por el contrario, desesperantes; pero se esperaban lo peor…
Los trabajadores del Centro intentaban tranquilizar a los clientes, pero ellos mismos estaban igual, o más, nerviosos que el resto de la gente.
Los guardias de seguridad, más habituados a este tipo de situaciones, tomaron el mando. Enseguida establecieron posiciones estratégicas para que en caso de pánico, no se produjeran graves altercados. O, al menos, para minimizarlos en lo posible.
Llegaba la noche, y la claridad que penetraba por los escasos lugares por los que aún le era posible, iba muriendo. En pocos minutos, la oscuridad sería total.
Los responsables trabajaban a marchas forzadas. Ya hacía rato que habían dado sus especificaciones a sus subordinados, para que estos las trasmitieran al personal a su cargo. Ahora no podía fallar nada, el momento clave se aproximaba.
Y la iluminación de la nueva sede estalló en un sinfonía de colores, acompañados de un maremagnum musical, que provocó la algazara del público, y aún de los empleados.
Nadie en el Centro Comercial, fuera de los responsables, había sabido nada del espectáculo. Nadie debía saberlo, pues iba a ser una- esperaban- gran sorpresa para el público asistente a la inauguración, y no querían que hubieran filtraciones al público.
La fiesta sorpresa resultó un éxito, la inauguración sería recordada durante mucho tiempo en la ciudad, así como en la sede central del Centro Comercial. Pero los ciudadanos, encabezados por el alcalde les pidieron a los responsables del centro que por favor, evitaran ese tipo de sorpresas en el futuro.
|