LA VÍSPERA
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1 – LA VÍSPERA
Llegada la víspera Alma recorrió el paraje de siempre. Allí buscó entre los elementos conocidos un llamado que pudiera retenerla, pero los talas se retorcían sobre la greda bordeando con desolación al antiguo arroyo. El valle mostraba su cara desértica, la tierra ignoró la presencia del agua y el manantial que atrajera a los viajantes ofrecía en esta hora, caparazones olvidados por numerosos caracoles.
Ella fue acercándose hasta la roca que limitaba aquel paisaje. El horizonte teñíase de ocre cuando voces infantiles la llamaron, bajaban velozmente por el sendero de la cuesta hasta prenderse de su falda. Desde varios días antes los niños la observaban sin hablarle, queriendo dibujar su imagen en las memorias. Adelantándose a la partida, le sonreían con sencillez igual a quien se detiene ante un recuerdo.
Alma se vio entonces muy lejos de esa infancia, ubicada en una imagen sin cuerpo, como una presencia del pasado. El suelo ya no existía, el juego de los niños era la época que ella abandonaba. Pasó entonces sus manos sobre aquellas mejillas rojas, para alejarse al fin de su primera escena. Había deseado esta partida. Las casas de cemento citadinas surgieron en su imaginación, extendiéndoles sus brazos enguantados. Ella habíase ido ya en el pensamiento, los niños así lo sentían.
2 – LA PARTIDA
Alma se despidió de su madre de crianza sin exteriorizar ninguna pena. Los niños la acompañaron por el camino y sus caritas tristes fueron las únicas en llorar al despedirla. El hermano de leche saludóla con la mano en alto, mientras ella apoyó su frente contra el vidrio en la ventanilla del ómnibus que la transportaría hasta la ciudad.
El motor rugió. La serranía repitió su eco. Los árboles se apartaron del camino. Uno de los niños abandonó el grupo y su mano sucia recogió un boleto arrojado sobre la calle de tierra. Luego regresaron todos juntos hasta el juego que habían interrumpido.
El viaje continuaba. Ella detuvo su vista sobre la muñequita de paño que bailaba frente al asiento del conductor, sostenida por un hilo de lana. Las vibraciones del ómnibus la adormecían y Alma bajó su cabeza. El trayecto ofrecía inesperadas curvas a la somnolencia de los viajantes. Una sacudida de mayor violencia hízola caer hacia delante. La muñequita parecía sonreírle detrás de su cara bordada. Alma admiró sus ojos de lentejuelas verdes, luego volvió a apoyarse contra el respaldo del asiento.
El sueño la fue transportando hasta el paisaje de su valle. Caminó por él, y allí sobre una roca que limitaba la colina divisó un asiento de ómnibus. Se sentó en él dirigiendo su vista hacia el camino que atravesaba la cuesta. Otra pasajera ocupó el lugar vacío.
–¿Qué miras? Debes tener paciencia, faltan todavía muchas horas para llegar– le dijo esa recién venida que hablaba sin despegar los labios
Ella la observó un momento. La muñeca estaba sentada a su lado y el brillo aquellas lentejuelas que formaban sus pupilas, heríale la visión.
–Estoy esperando a los niños que siempre me buscan en este lugar– contestóle Alma
–Ya no vendrán– díjole con sequedad su acompañante
–Pero ...¿Por qué has roto el cordón que te mantenía frente a todos los viajeros? Tu danza encarna la ilusión de vida en medio de la inercia de este viaje– inquirió ella
La muñeca le sonrió con toda su boca y un manojo de lana asomó por la costura abierta.
–Para acompañarte, Alma, pues te ví melancólica... Esos niños se encuentran ya muy lejos. Te apartaste de ellos y vas en busca de un mundo que te aguarda. Ahora estoy yo a tu lado. Te ví tan entristecida que descendí para consolarte– respondió la figura de paño
El asiento volvió a conmoverse, los ocupantes del vehículo abrieron bruscamente sus ojos. El ómnibus se detuvo para dejar subir a nuevos pasajeros. La figurita de paño colgaba otra vez frente al conductor... Alma entrecerró los párpados, mientras su acompañante continuábale hablando :
–Tu valle se ha vaciado, es sólo una imagen. Pronto llegaremos.
–Mi vida está más vacía aún, en ella todo ha quedado en forma de recuerdo. No habrán más juegos, ni hermano de leche. Este viaje es demasiado largo ¿Por qué no regresas a tu sitio? Todos extrañarán tus movimientos, eres para nosotros la imagen misma de vida. Nuestra energía subsiste en potencia, los viajeros llevamos la sangre acumulada en el letargo de la espera– ella cruzaba sucesivamente los brazos, sus pies jugaban
–Tranquilízate, ya llegarás. Soy tu Guardián. He ocupado el centro de aquella muñeca para que no te espante mi rostro verdadero.
–¿Eres muy feo?– ella se apartó con temor
–No. De ninguna manera. Mi realidad es solamente sorprendente para la visión de quienes han caminado durante años sobre las calles de greda.
–¡Quiero verte! ¿Dónde te escondes? ¿Detrás de estos ojos de lentejuelas verdes?
Las tomó Alma con su mano arrancándolas de un solo tirón. Y al desprenderse... cayó sobre ella un torrente de humo. La obscuridad envolvió el sueño.
3 – LA LLEGADA
–¡Terminal de Ómnibus!– gritó la voz del conductor, mientras los pasajeros se aprestaban a recoger sus maletas del “guardaequipajes”
El vehículo quedó desierto, sólo Alma continuaba de pie sobre el pasillo del rodado sin decidirse todavía a descender. Buscaba a la muñeca como si la necesitara, deseando que bajara con ella.
–Ya hemos llegado– le volvieron a decir –¿Esta valija es suya? ¿No conoce la ciudad? ¿A dónde tiene que ir?
–Me esperan en esta dirección– contestó Alma mientras le extendía un trozo de papel escrito y luego se encaminó hacia el sitio señalado, con la referencia que le indicara el chofer.
–¿No sería bueno colocar una muñeca de lana colgada del vidrio parabrisas?– preguntóle el guarda al conductor
–Cierto, compraremos una como mascota, alegrará nuestros monótonos viajes– contestóle él
–He pensado en una muñequita vestida de verde.
–¿Cómo un gnomo? ¿Por qué te vino esa idea?
–Porque así va vestida esa señora que camina atrás de la niña que acaba de bajar. Vestida de verde con lentejuelas brillantes.
–¿Dónde? Yo no la veo.
–Atrás de ella, muy junto a ella.
–No... No la veo.
–Allí, ambas doblaron ya esa esquina...
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Alejandra Correas Vázquez
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