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Después de un ruido que lo quemó todo, los hombres vivos pensaron que las moscas éramos el medio mejor para llevarse mensajes unos a otros, pues poder hablar era lo que más querían, antes que comer, antes que curar sus ojos. Mucho tiempo adelante, las moscas fuimos más y aprendimos mucho. Podíamos cargar con mensajes difíciles y escondidos que los hombres podían comprender porque conservaban conocimiento. Pero los hombres se cansaron y los recuerdos que las moscas teníamos escrito les hacía tristeza. Sólo querían enviar palabras pequeñas, no se agrupaban ni construían. Nos quedamos solas. Tardamos mucho tiempo en hablar sus palabras, tardamos mucho tiempo en construir sus recuerdos. Las moscas somos hijas de los hombres y este libro es un regalo a nuestros padres. |
Texto agregado el 28-12-2008, y leído por 203 visitantes. (3 votos)
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