La caja frente a ella era importante. Lo más importante. No por sus contenidos, a pesar del misterio que representaban. Era la caja, su forma, sus colores, los adornos y la persona que se lo había enviado.
No pensaba abrirla.
Cuando abres un regalo suele perder su magia. Las personas no regalan aquello inmaterial que esperas de ellas. Y ella espera toda clase de cosas esotéricas, oscuras y enigmáticas del regalo. Las cajas abiertas no son nada de eso. Están llenas de "cosas".
Para rematar, la caja es muy interesante. El solo ver la caja la llena de satisfacción. Está forrada en un papel mate con estamapado brillante de grullas ocultas tras plantas de bambú, todo en color rojo. La habían sellado con cinta de color púrpura y línea negra en medio y para completar el conjunto, habían dejado, como mero capricho, la caja amarrada con un cordón violeta de cuyo nudo colgaban dos monedas de cobre.
No, no abrirá la caja. Ha escuchado de cajas como esta, llenas de adornos y misterio, hasta que las abres y... hay un melón dentro. Muchos emperadores asiáticos han iniciado guerras por cosas como esa, y ella definitivamente iniciaría una si se decepcionara del contenido de la caja.
Aquí es donde aparece lo que los maestros de escuela llaman "el nudo", que no es más que una manera despectiva de llamar a la razón de ser de la narración: la caja se mueve, se agita, tiembla.
El agitarse de la caja la transforma en un objeto aterrador, sus colores lo hacen parecer un corazón latiendo violentamente. Por culpa de la iluminación las figuras brillantes parecen como gotas de sangre en movimiento.
"Dejame salir, soy maravilloso" dice algo al interior de la caja.
"Mhmmmm... no, no me gusta que las cajas me den órdenes." Respondió ella, muy segura. Pues no era la primera vez que una caja le decía algo. La televisión era una caja también y siempre se negaba a hacerle caso.
"Soy especial, soy todo aquello que deseas esta navidad." Dijo eso.
"Dudo que la paz mundial quepa en una caja tan pequeña" repuso ella, que pedía eso todos los años con la esperanza de que el mundo se lo agradeciera.
La caja dejó de agitarse por un momento y la habitación quedó invadida por un silencio enmudecedor que ella no pudo notar.
"¿La paz mundial?" interrumpió eso, "¿qué clase de mente desea eso?¿No te das cuenta que soy muy misterioso?"
"Eres una cosa al interior de una caja, te informo que al hablar dejaste de ser un misterio. Nada mata el suspenso como una voz grave que sale de una caja."
La caja tambaleó un poco, un gesto que podría considerarse como "asentir" viniendo de algo no articulado.
"Podría ayudarte... a obtener la paz mundial si es lo que deseas."
"Pero tendría que abrir la caja."
"Sí, debes abrir la caja."
"Pero la caja es increíble, tú en cambio, suenas algo aburrido."
"Lo increíble soy YO, la caja no es más que un recipiente que encierra mi grandeza."
"Con esa actitud no vas a salir de la caja."
"Lo siento."
La caja se quedó quieta por un momento, a la espera de algo que cortara las cintas, rompiera los nudos y levantara la tapa. Pero pasó bastante tiempo hasta que ella volvió a hablar.
"¿No has podido salir de la caja?"
"Tienes que abrir la caja." Respondió eso. "¿Dónde estabas?"
"En la cocina, hice un sanduche y me serví cereales."
"¿Saben bien?"
"Sí,¿quieres?"
"Si abres la caja puedo comer cereales."
"No me gusta que me quiten los cereales."
"Si abres la caja puedo estar junto a ti cuando comes cereal y no te pediría ni una cucharada."
"No te creo, la televisión dice que nadie puede resistirse a estos cereales. Ni siquiera los conejos."
"Yo puedo, verás, soy misterioso. O podría, si abres la caja."
Ella leyó las etiquetas que estaban pegadas a la caja. Tenían escrito el nombre de su amigo, su propio nombre y el lugar de origen, que parecían ser hormiguitas extrañas. No decía nada sobre el contenido.
Consideró por un momento abrir la caja, dejarse convencer por lo que estuviese al interior de la caja y ver, con algo de suerte, algo maravilloso. También tuvo la intención de preguntarle qué era, pero esa opción era lo mismo que abrir la caja. Concluyó que lo mejor era no abrirla y quedarse con el poco de misterio que le restaban una suma de intriga nada despreciable.
Por su parte, el Tulpa que estaba encerrado en la caja, una criatura tibetana que en el idioma de los tibetanos que visten de color rojo significa "hijo de la mente", estaba resuelto a comerse a quien fuese que abriese la caja. |