CAPITULO 7


Porfirio era muy corto de pensamiento estaba angustiado por que la herida estaba sanando y ya no tendría más pretexto para ir a la enfermería se le cerraba el mundo y le preocupaba no ver a Soledad. Esa noche la paso en vigilia dando vueltas en el camastro Leonardo lo notó y aunque Porfirio era enorme en cuerpo en realidad seguía siendo un niño y tan transparente que se podía adivinar su preocupación.

--¿Qué traes te pasaste toda la noche dando vueltas, te sorbió el seso la enfermerita esa? –dijo Leonardo irónico.
--Es que me estoy curando y no se que voy hacer hora que ya no tenga que ir a la enfermería –dijo Porfirio con la mirada perdida.

--De veras que eres wey –dijo Leonardo.

--No me diga eso ora si que necesito de tus consejos pa seguir viendo a la enfermera –dijo Porfirio con cara de tristeza.

--¿Qué estarías dispuesto ha hacer para verla? –dijo Leonardo sonriendo.

--Lo que sea por esa mujer estoy dispuesto a lo que sea –dijo decidido Porfirio.

--Pos entonces nomás calcula el día que va a venir y entonces te machucas, te cortas o te peleas y listo asuntó arreglado tendrás tu visita conyugal compadre –dijo burlón Leonardo.

--Le digo que usted si le intelige a la vida ¡Gracias compa me salvo la vida! –dijo Porfirio entusiasmado.

La ultima revisión Soledad se quedo a solas con Porfirio el custodio estaba a algunos metros, ella sentía el nerviosismo y la excitación que aquel preso le sentía, él la miraba con admiración, ternura y paradójicamente la sensación de erotismo quedaba en ultimo termino, ella acaricio como enajenada el bíceps de Porfirio.

--Ya estas bien, ya no habrá necesidad de que vengas solo trata de mantenerte limpio en esta zona para evitar una infección –dijo Soledad con un tono de tristeza.

--¿Quién sabe? --dijo Porfirio-- uno anda en el riesgo y pos siempre se necesita de los cuidados de alguien como usted.
Los ojos de ambos se conectaron y el resultado fue directo a la intimidad de ella, no se pudo contener y acerco sus labios al brazo de Porfirio, él la miro como rozaba apenas sus labios la tosca piel de su brazo y se quedo paralizado por un cosquilleo que le cubría todo el cuerpo. Tuvo deseos de abrazarla y besarla tiernamente para decirle todas aquellas cosas que sentía adentro; por ella, pero se detuvo sabia que si lo hacia le costaría una paliza y la posibilidad de no volver a verla, además ¿Qué le iba a decir?, si no conocía palabras para describir todas aquellas cosas que le nacían en el estomago, en el vientre, en sus adentros pero que él no sabia como se llamaban, o como describirlas.

Ella hubiera deseado que estuvieran en una habitación solos y podérsele entregar y por fin sentir un hombre aquel hombrazo debería de ser un animal, sus ojos viajaron a la entrepierna de Porfirio y miro el enorme bulto que se escondía en el uniforme caqui de preso y sintió desmayarse por que su imaginación voló hacia el clímax de una relación sexual, trastabillo y casi se desvaneció, de la emoción que aquel olor a sudor, tierra y la imagen de un enorme falo se dibujo en su mente. Porfirio la sujetó, se mostró preocupado por aquella situación.

--¿Se siente bien? –dijo Porfirio.

--Si estoy bien últimamente he estado débil por tanto trabajo –dijo Soledad.

--Cuídese mucho que haríamos sin usted por acá. –dijo Porfirio en el tono más tierno que pudo usar.

No cabía duda Soledad se dio cuenta de que Porfirio sentía algo por ella, y eso la emociono, al salir de su turno de la penitenciaria Martín la esperaba en su coche.

--Déjame llevarte Soledad quiero platicar contigo –dijo Martín.

--No tenemos de que hablar --dijo Soledad.

A veces los hombres no entienden cuando no, es no.