Hace un rato miré por la gran ventana y encontré nada; encontré lluvia.
Cuando logré que miraras por mi vientre, viste nada; viste un lugar ocupado.
No podré meterte por mi boca, porque tu sabor me resulta extraño, gastado, perfumado y a veces amargo.
No podré meterte por mis ojos, porque tu cara me trauma cada día, antes de dormir te veo, antes de morir te veo, cada fracción te veo.
No podré meterte por mi nariz, porque tu aroma me resulta imborrable, penetrante, acelera mis sentidos, a veces los pierdo.
No podré meterte por mis oídos, porque tu sonido, aquel sonido que retumba, no me deja dormir en paz.
No podré meterte por mi vientre, porque eres demasiado grande, pero pequeño te ves. No podré meterte por él, porque lo romperías al ver un lugar tan cálido y remoto como tu existencia; un lugar sin lo que amas: sin odios, sin penas, sin mentiras, sin máscaras; sin alas.
Perdón si no puedo meterte por mi cuerpo, es que no encuentro lugar de más, para tu espejo.
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